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jueves, 6 de diciembre de 2018

SLAYER+LAMB OF GOD+ANTHRAX+OBITUARY-SANT JORDI CLUB-BCN-19-NOV-2018



Indudablemente la de esta noche era una de esas citas ineludibles para cualquier seguidores del metal, y más especialmente del thrash, que se precie. Y es que tal y como anunciaron los indiscutibles protagonistas de la velada Slayer parecen decididos a dejar la actividad en directo cuando concluya el presente tour. Como comentaba anteriormente, era una ocasión único y la audiencia barcelonesa estuvo a la altura. Las entradas estaban agotadas desde varios meses antes de la cita, con lo que el Sant Jordi Club presentó un inmejorable aspecto. Lamentablemente, lo que no acompañó fue la meteorología, así que los que nos acercamos a los aledaños del recinto tuvimos que soportar la lluvia mientras hacíamos una larguísima cola. Pero dejando a un lado estos inconvenientes lo cierto es que el sacrificio de subir a la montaña y el padecimiento de sufrir la lluvia merecían la pena, ya que antes de que Tom Araya y sus muchachos tomaran el escenario tendríamos ocasión de disfrutar de una interesantísima previa.

Los encargados de romper el hielo fueron los incombustibles Obituary, quienes se consolidaron como los más deathers de la velada, ofreciéndonos un escueto pero exhaustivo recorrido por algunos de los mejores momentos de su amplia discografía. Salieron con algo de retraso sobre el horario inicialmente previsto y desde que irrumpieron en escena con “Deadly Intentions”, dejaron claro que venían dispuestos a dar motivos al personal para que ejercitara frenéticamente las cervicales.

Lideres y supervivientes de la clásica escena americana de Florida, los hermanos Tardy y sus muchachos se mostraron tan potentes y expeditivos como de costumbre, aunque sinceramente me sorprendió que renunciaran a algunos de sus temas más pesados para centrarse en composiciones más rápidas y directas, con lo que no se dejaron en el tintero clásicos imprescindibles como “Chopped In Half” y “Turned Inside Out”, con las que desataban la euforia entre sus fans más veteranos.

Otra de las que gozó de la aprobación del respetable fue la oscura y cavernosa “I´m In Pain”, dejando patente que el estilo de la formación americana sigue contando con una buen numero de adeptos. Mientras que para rematar una actuación de poco más de treinta y cinco minutos en quinteto de Tampa se reservó la icónica “Slowly We Rot”.

Aunque muchos no acabaron de entender el orden de aparición de esta noche, resultaba curioso que una banda con el tirón y la popularidad que tiene en nuestro país Anthrax tocara antes de Lamb Of God, lo cierto es que los siguientes en tomar el escenario de un Sant Jordi Club que a esas horas de la tarde estaba ya prácticamente lleno fueron Scott Ian y sus muchachos. Una vez más la novedad en el seno de los neoyorquino era la ausencia de su batería Charlie Benante, quien como en sus últimas visitas a nuestro país fue sustituido de forma solvente por un viejo conocido de los seguidores de los propios  Slayer, Jon Dette.

No hubo sorpresas. Los neoyorquinos llevan desde su reunión con su vocalista clásico Joey Belladonna funcionando como un autentico rodillo en directo. Pero lo cierto es que somos muchos los que queremos verles ya como cabezas de cartel, ya que el quinteto americano se ha acabado convirtiendo en la mejor banda de apertura del circuito del heavy metal, ya que les hemos visto desde el regreso del vocalista abriendo para Dio, en varias ocasiones para Iron Maiden, en festivales, y en dos ocasiones abriendo para la banda que cerraba el cartel de esta noche.

Eso si lo que nadie puede discutirles que tienen temas, potencia y actitud, para poner cualquier recinto patas arriba. Y eso precisamente fue lo que hicieron esta noche. A por todas, en tromba, como en ellos suele ser habitual no tuvieron problemas para conectar con el publico y hacer mover al personal desde que abrieran su espectáculo con un fragmento del clásico de Pantera “Cowboys From Hell”, para rápidamente desatar la euforia con una apuesta segura como es “Caught In A Mosh”.

Siempre fue una de sus cualidades, coger un tema de otro artista y acabar haciéndola suya. Así que no faltaron durante los primeros compases del show el desmadre generalizado con el “Got The Time”, de Joe Jackson, que nos dejaba la estampa de incansable Belladona recorriendo el escenario para buscar la complicidad de las primeras filas. Pero evidentemente el motor de la banda  una vez más fue el incombustible bajista Frank Bello. Mientras que su compañero Scott Ian no dejó de danzar y mover la cabeza para demostrar que es uno de los mejores riffers de la historia.

Fue una fiesta. Anthrax se metieron a la audiencia en el bolsillo. Y además nos convirtieron en protagonistas indiscutibles de su show haciéndonos participes de los poderos estribillos de un clásico como “Efilnikufesin (N.F.L.)”, que sinceramente pocos esperábamos ya que no era de las habituales que están tocando en el presente tour. Pero sin duda una de los momentos álgidos de la descarga de los neoyorquinos llegaría justo a continuación cuando se descolgaron con la contagiosa melodía que abría su “State Of Euphoria”, “Be All, End All”, con la que ponían nuevamente el recinto patas arriba.

Aunque como era previsible el grueso de su escueto repertorio estuvo centrado en su primera etapa, tampoco quisieron dejarse en el tintero un fugaz guiño a su material más reciente  con el estratosférico “Fight´Em´ Till You Can´t”, que fue recibido como si de otro clásico más se tratase. EL momento de ponernos todos a cantar llegaría con otra de las fijas en su repertorio como es su versión de los franceses Trust “Antisocial”. Mientras que el cierre definitivo correría por cuenta de un celebradísimo “Indians” y una nueva mirada al “Cowboys From Hell”.

Llegaron, vieron y convencieron. Y como ha sucedido en sus ultimas visitas, nos dejaron con ganas de mucho más. Esperemos que por fin Scott Ian y sus muchachos vengan a nuestro país para regalarnos un show de dos horas. Creo que una banda con su historia y que goza del apoyo del público español debería plantearse liderar su propia gira por nuestro país.


A pesar de ser la formación más joven de las cuatro que conformaban el atractivo cartel de esta noche, Lamb Of God   disfrutaban de un lugar privilegiado en el orden de aparición justo por detrás de los indiscutibles protagonistas de la velada. Había muchísimas ganas de volver a ver en acción sobre nuestros escenarios a los de Virginia, ya que su última visita a tierras catalanas se remontaba a mediados de 2012, poco antes de la detención en Praga de Randy Blythe.

Afortunadamente esa pesadilla quedó atrás definitivamente, y el combo americano parece dispuesto a recuperar el tiempo perdido en nuestro país. Ya lo habían demostrado en su mencionada visita a la sala dos del Razzmatazz, pero ahora el quinteto suena todavía  más letal, maduro y devastador, ya que ha aprendido a dosificar su aplastante intensidad, convirtiendo sus descargas en un rodillo sonoro capaz de noquear al metalero más fiero.

Disfrutaron de un sonido arrollador, un efectivo juego de luces, una cuidada escenografía, y del respaldo de un público que les acogió como si fueran auténticos héroes, y que se mostró de lo más entusiasta y participativo, respondiendo a cada una de las consignas de un Randy Blythe que se reivindicó como uno de los mejores frontman de su generación. En cuanto al repertorio he de admitir que me sorprendió, ya que su columna vertebral estuvo centrada en el material de “Ashes Of The Wake”(2004) y “Sacrament”(2006). Aunque tampoco quisieron dejarse en el tintero alguna referencia a su último largo “VII: Sturn Und Drang”(2015).

Aprovecharon al máximo su tiempo sobre las tablas  y, como decía,  salieron con el cuchillo ente los dientes, siendo conscientes de que en esta gira se están batiendo el cobre con auténticas leyendas del metal. Pero lejos de dejarse intimidar, Blythe y sus acólitos se mostraron en un estado de forma exultante, descargando toda su visceralidad  desde que abrieran fuego con la aplastante “Omerta”. Pese a ser uno de los artistas invitados, Lamb Of God trajeron un imponente montaje escénico, con una gran escalinata en la parte trasera y un enorme telón de fondo con una frase que definía a la perfección su propuesta   “Pure American Metal”, tal y como dejaron patente al atacar el incendiario “Ruin”, que nos dejaba con el hiperactivo frontman agitando sus tirabuzones encaramado sobre una pequeña tarima central.

En menos de diez minutos el combo de Richmond había conseguido poner el recinto del Sant Jordi Club patas arriba. Así que la reacción  del público fue aclamarles enérgicamente, casi como si fueran el acto principal de la noche. Pero que nadie piense que Lamb Of God tras firmar un apoteósico arranque se durmieron en los laureles, ya que el momento de poner a todo el personal a botar llegó con  “Walk With Me In Hell”. Y es que los americanos demostraron una cohesión entre ellos y un dominio escénico aplastantes, desencadenando un vendaval metalero que hizo que “Now You´ve Got Something To Die For”, se acabara convirtiendo en uno de los puntos álgidos del show.

Como representantes de su última entrega discográfica que data de 2015 “VII: Sturm Und Drang”, los americanos nos dejaron las envolventes y angustiosas melodías de “512”, para posteriormente rebanarnos los tímpanos con las incisivas guitarras de “Engage The Fear Machine”. Tras demandar el apoyo del respetable para homenajear a las bandas que les habían precedido, y después de  rendir pleitesía a los anfitriones de la velada, Lamb Of God se abalanzaron sobre el desquiciante sprint final que conformaron “Blacken The Cursed Sun” y  la corrosiva “Laid To Rest”.

El broche definitivo para una descarga que acabó haciéndose demasiado corta estuvo reservado para una pieza imprescindible como es “Redneck”, que nos dejaba la estampa de Blythe escupiendo sus versos mientras sus compañeros no dejaban de moverse incansablemente por el escenario para acabar recabando una ovación de gala. Aunque quizás los más veteranos y puristas no acabaron de comprender que Lamb Of God tocaran después que Anthrax, lo cierto es que el quinteto de Richmond demostró actitud, potencia y mucha hambre.


La tarde había sido de lo más caliente e intensa, protagonizada por tres grandes formaciones que se dejaron la piel sobre el escenario para brindarnos una de las batallas metálicas más épicas que se recuerdan en los últimos años. Pero esta noche los reyes indiscutibles de la velada iban a ser Slayer. La legendaria formación que comandan Kerry King y Tom Araya ha escrito a lo largo de su longeva y productiva carrera algunos himnos que resultan imprescindibles para comprender la evolución del thrash metal y de la música extrema en general.

Amados y odiados a partes iguales, los californianos nunca han dejado indiferente a nadie. Han sido el centro de polémicas religiosas, políticas, e incluso han protagonizado enfrentamientos con otras bandas de su estilo y generación. Pero al final siempre han seguido hacia delante, marcando el camino y agrandando el nombre y el legado  de una leyenda que según parece esta noche de domingo iba a ofrecer su último concierto en la Ciudad Condal.

Ante un Sant Jordi Club repleto, las entradas se habían agotado meses antes de la cita, el cuarteto de Huntington Park estaba preparado para volarnos la cabeza una vez más. La expectación podía palparse en el ambiente mientras que tras el telón que protegía el escenario de miradas indiscretas los “pipas” se encargaban de dar los últimos retoques al ambicioso montaje escénico. No faltaron las cruces invertidas, los estandartes de la banda, diferentes telones de fondo, -uno de ellos recordando al desaparecido Jeff Hanneman-, un fantástico juego de luces, el humo, y el fuego…, ¡mucho fuego!

En cuanto al repertorio estuvo muy centrado en sus himnos clásicos, incidiendo especialmente en el material del seminal “Reign In Blood”(1986), y en el álbum que inauguraba su andadura en la convulsa década de los noventa “Seasons In The Abyss”. Pero incomprensiblemente se acabaron quedando fuera viejas favoritas de sus primeros años como “Die By The Sword”, “At Dawn They Sleep”, “Captor Of Sin”, o “The Antichrist”.

Otro detalle que me gustaría destacar es que en esta ocasión vi a un Gary Holt mucho más activo e integrado, tirando del carro en más de una ocasión, e incluso restándole algo de protagonismo escénico al amenazante Kerry King, que apareció en escena luciendo sus habituales cadenas y su larguísima barba. En cuanto a Tom Araya estuvo algo parco a la hora de las presentaciones, y creo que no hiló ni una frase en castellano. Y, bueno, aunque hace años que no es el vendaval que era sobre el escenario, el frontman chileno sigue conservando intacta la estampa, el carisma, y su particular e hiriente rugido. Como viene siendo habitual tras los tambores estuvo el siempre preciso e impecable Paul Bostaph. Y aunque a todos nos hubiera gustado que Dave Lombardo hubiera formado parte de alguna manera de  esta gira de despedida, no pudo ser.

A la hora prevista las luces del local se apagaban y la gente enloquecía mientras unas cruces invertidas y el logo clásico del pentagrama se proyectaban sobre el telón, dejándonos  intuir el fuego que estaba invadiendo el escenario mientras atronaba a través del P.A. la introducción “Delusions Of Saviour”. Por fin el telón caía y los cuatro protagonistas ya estaban sobre el escenario, sonando como una auténtica apisonadora, haciéndonos agitar la cabeza siguiendo el trepidante ritmo de “Repentless”, y cada vez que Araya vociferaba el estribillo las llamas volvían a hacer acto de presencia.

Con el escenario teñido de tonos rojizos, Gary Holt fue el encargado de adueñarse de la zona central para dar el pistoletazo de salida a un impresionante “Blood Red”, que no hacía más que seguir calentando los ánimos de un personal que parecía predispuesto a pasarlo en grande. Seguramente si hiciéramos una lista de temas imprescindibles de los americanos  “Disciples” no estaría entre los escogidos, pero en cualquier caso el segundo corte de “God Hates Us All”, quedó de lo más visceral y resultón en directo, adornado con  la formación de unas vistosas cruces de fuego.

No tardaría mucho en llegar el primer recuerdo a la década de los ochenta acompañado de humo y fuego a discreción “Mandatory Suicide”, que nos dejaba a Araya desgarrando sus cuerdas vocales antes de que Holt y King volvieran a batirse en otro de sus incendiarios duelos. La única licencia que se permitieron a su anterior “World Painted Blood” fue la desgarradora  “Hate Worldwide”, que nos hacia alternar pasajes crujientes y pantanosos con esas vertiginosas aceleraciones que desataban  la locura en los aledaños del escenario.

Dirigiéndose en solitario a la muchedumbre Araya nos agradeció nuestra presencia justo antes de invitarnos a pasarlo bien, haciéndonos rugir con todas nuestras fuerzas para emular el desgarrador rugido que daba por inaugurado “War Ensemble”, que se acabó convirtiendo en uno de los momentos épicos de la noche. Acto seguido le llegó el turno a “Jihad”, que fue junto a la más etérea y ambiental “When The Stillness Comes”, uno de los pocos pasajes en los que bajó notablemente el nivel de intensidad del show.

El momento de volver a reivindicarse como uno de los pilares indiscutibles del thrash metal, para deleite de todos sus seguidores, especialmente de los más veteranos, llegaría justo a continuación con la incontestable dupla que conformaron “Postmortem” y el primerizo “Black Magic”, dejando patente que no  no han perdido ese toque especial que les hizo una banda única para todos los seguidores del metal más oscuro y agresivo. Con el público absolutamente enloquecido, coreando el nombre de la banda insistentemente, Araya trataba de presentar “Payback”, que se convirtió en la excusa perfecta para volver a centrar nuestro objetivo sobre  el material facturado en lo que llevamos de siglo XXI.

Sin duda era una de los momentos que muchos estábamos esperando, y eso se notó en la efusividad con el que fue recibido el tema que prestó título a quinto trabajo en 1990, “Seasons In The Abyss”. Un nuevo cambio de telón de fondo sirvió para dar el pistoletazo de salida al  que probablemente  sea el corte  más rápido e incisivo de “Divine Intervention”, “Dittohead”, que provocaba que el pogo y el headbanging no se detuvieran en los aledaños del escenario.

A estas altura del show Slayer no parecían dispuestos a levantar el pie del acelerador, de modo que su particular aquelarre metalero prosiguió con los intrigantes desarrollos de “Dead Skin Mask”, y esa bomba de relojería que es la siempre imprescindible “Hell Awaits”, que coronada con humo y fuego fue la escogida para poner el punto y seguido a la velada.

La gente estaba completamente entregada, quería más. Así que Slayer no se demoraron en exceso en su regreso sobre las tablas. Aparecieron desafiantes, dispuestos a darnos el golpe de gracia definitivo con las demoniacas melodías y los tempos más contemporizados  de “South Of Heaven”. Encarando ya la recta final del show era un buen momento para hacer que el recinto ardiera, casi literalmente, con una joya como  “Raining Blood”. Aún más atrás en el tiempo nos conduciría la feroz “Chemical Warfare”, prolongando el éxtasis del respetable. El último cartucho de los americanos para acabar de doblegar a una audiencia que parecía insaciable fue el legendario “Angel Of Death”, que a modo de compendió resumía a la perfección lo que fue una noche mágica, en la que Slayer ofrecieron el que posiblemente sea el mejor show que han dado en tierras catalanas.




TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER


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