GRAVE DIGGER
La cuarta y última jornada de esta novena edición del Barcelona Rock Fest se presentaba como la más netamente heavy metalera, proponiéndonos una serie de actuaciones que se verían coronadas por la presencia de dos leyendas vivas dentro del estilo como son: Judas Priest y Scorpions. Sin embargo, no iban a ser estas dos bandas las únicas que tiraran de veteranía, ya que la responsabilidad de abrir esta jornada de Domingo, a una hora más temprana que ninguna otra, -a las 15 horas y bajo un sol de justicia-, recayó sobre Grave Digger.
La banda que lidera el incombustible Chris Boltendahl, es de aquellas formaciones que pese a no alcanzar nunca el éxito mayoritario siempre ha contado con una nutrida legión de incondicionales. Si la jornada del Sábado se cerró con una demostración de auténtico metal teutón de manos de Dirkschneider, Grave Digger hicieron lo propio brindándonos un repertorio en el que no faltaron temas pesados de rítmica implacable, y en los que el público tuvo un papel destacado, como “Twilight Of The Gods”, “The Grave Dancer”, o clásicos indiscutibles como “Valhalla”, que hacían que el personal alzara los puños al aire.
Obviamente no faltaron tampoco guiños a la “trilogía templaría” que publicaron en la segunda mitad de la década de los noventa y que tan buena acogida tuvo en nuestro país. De modo que temas como “The Dark Of The Sun”, “Excalibur”, “The Keeper Of The Holy Grail” y “The Curse Of Jacques”, no faltaron en el repertorio. Precisamente fueron estos dos temas del aclamado “Knights Of The Cross”, los que cortaron un poco la dinámica que estaba llevando el show, ya que su tempo más lento, oscuro y melódico aplacó los ánimos de un personal que lo que tenía ganas era de saltar y hacer headbanging.
Sin embargo, los germanos supieron enmendar su error y nos brindaron una recta final absolutamente implacable, invitándonos a saltar siguiendo las rotundas melodías de “Rebellion (The Clans Are Marching)”, para dejar que acto seguido todos levantáramos los puños al aire para corear el imbatible estribillo del siempre ganador “Heavy Metal Breakdown”.
Pese al paso del tiempo, hay cosas que parece que nunca van a cambiar: las pintas, -aunque sea ya con la melena plateada- de Chris Boltendahl, y la adhesión incondicional de Grave Digger al Heavy Metal.
DARK TRANQUILLITY
Otros habituales de los festivales que cada verano se celebran en nuestro país, Dark Tranquillity, serían los encargados de dar el pistoletazo de salida a las actuaciones del día dentro del marco del Stage Fest. Como siempre, sin importarle si es Diciembre o Junio, Mikael Stanne apareció en escena vestido de riguroso negro y ataviado con su inseparable chaqueta para hacer que sus chicos conectaran con el respetable desde que dieran el pistoletazo de salida a su descarga con “The Last Imagination”.
Desde el mismo inicio, Stanne no vaciló a la hora de utilizar la pasarela central, -que colocaron para esta última jornada en el escenario Stage Fest-, para estar más cerca de sus encendidos incondicionales mientras desgranaba piezas como el cañero “Nothing To No One”, que servía para que hasta los más acalorados sacudieran la cabeza. Tampoco faltaron durante los compases iniciales del show esos temas que combinaron a la perfección contundencia y melodía, y es que tanto en “Forward Momentum” como en “Atoma”, Mikael Stanne alternó de forma solvente voces rasgadas y registros limpios.
Como siempre fue esa dualidad la que marcó un show con un repertorio que estuvo muy centrado en lo que han sido las dos últimas décadas de su trayectoria, combinando piezas de nuevo cuño como “Unforgivable”, y la más oscura e introspectiva “Not Nothing”, con otras más antiguas como “Terminus (Where Death Is Most Alive)”, dejando patente que lejos de haberse quedado estancados en una fórmula, la propuesta del combo sueco siempre ha estado en constante evolución.
Quizás por ello un zarpazo de la primera época y del calibre de “Therein”, que a la postre fue el único recuerdo que se permitieron a su material noventero, fue recibido con algarabía entre sus fans más veteranos, ya que nos dio la oportunidad de ratificar que el germen de lo que ha llegado a ser el sonido de la banda ya se perfiló a finales del pasado milenio. Por supuesto que el carismático frontman recordó sus anteriores visitas a nuestro país justo antes de lanzar esa implacable andanada final que estuvo protagonizada por la incontestable tripleta que conformaron: “Final Resistance”, “Lost To Apathy” y la inevitable “ Misery’s Crown”.
PHIL CAMPBELL AND THE BASTARD SONS
En un festival que desde siempre ha estado estrechamente ligado a la figura del gran Lemmy Kilmister, al que cada año se rinde tributo con la participación de Motörhits, no podía faltar la presencia de una banda que está tan estrechamente vinculada a Motörhead como son Phil Campbell And The Bastard Sons.
Aunque la formación que lidera el que fuera guitarrista de Motörhead, Phil Campbell, es otra de las que se deja caer por aquí con bastante asiduidad, lo cierto es que esos repertorios en los que se combinan temas propios y algunos de los grandes clásicos de “Motor”, siempre son un éxito, y más en el marco de los grandes festivales. Además, personalmente, soy de los que piensa que la banda ha ganado muchos enteros desde que incorporaran, hace ya unos años, al vocalista Joel Peters.
Apostando sobre seguro, y dispuestos a llamar la atención de quienes todavía no se habían enterado de cuál es su “rollo”, -si eso es posible a estas alturas-, Phil Campbell y sus muchachos asaltaban el escenario Stage Rock para plantarnos en la cara sin previo aviso un poderoso “Iron Fist”. Como siempre, y pese a ser la cabeza visible del proyecto, Phil Campbell no asumió el papel de protagonista absoluto del show, y eso hizo que la banda sonara como un equipo rodado y perfectamente engrasado a la hora de atacar temas rotundos y en los que el público tuvo ocasión de dejarse oír participando activamente en los estribillos de “We’re The Bastards”, “Step Into The Fire” o la crujiente “Hammer And Dance”, con la que recordaron lo que hasta el momento ha sido su último trabajo de estudio: “Kings Of The Asylum”.
Sudor, actitud, diversión, mucho rock n´ roll, y por supuesto el empuje que tienen clásicos imprescindibles del calibre de “Going To Brazil”, un celebradísimo y coreadísimo “Born To Raise Hell”, que puso a todo el personal a saltar, y, por supuesto el imperecedero “Ace of Spades” o la macarra “Killed By Death”, fueron las responsables de que Phil Campbell And The Bastard Sons se marcharan del escenario despedidos por una gran ovación.
DORO
Viendo con perspectiva el cartel completo de esta novena edición del Barcelona Rock Fest, resulta indiscutible que a lo largo de las cuatro jornadas que duró el festival tuvimos ocasión de disfrutar de un buen puñado de bandas imprescindibles dentro de la historia del heavy metal, y curiosamente muchas de ellas tuvieron en común su procedencia: Alemania.
Siempre resulta una alegría tener la oportunidad de disfrutar del directo de una artista tan carismática, querida, longeva y auténtica como es Doro Pesch, pese a las reticencias de muchos a los que parece que ya empieza a cansarles ver en directo a la “Reina del Metal”. A todos ellos simplemente decirles que: ya veréis cómo acabaréis echándola de menos. Pese a que su descarga estaba programada a media tarde, -todavía con un sol de justicia cayendo a plomo sobre el Stage Fest-, muchos fueron los que se acercaron para deleitarse con esa selección de clásicos de Warlock que en los últimos años acostumbran a vertebrar un repertorio que se completa con algunos cortes de la prolífica producción de Doro en solitario.
Luciendo esa estampa que se ha convertido en su marca de identidad, tan clásica como icónica: vestida de riguroso negro, melena rubia al viento y envuelta en tachas; Doro aparecía en escena acompañada de su resplandeciente sonrisa para desde el mismo arranque meterse a todos los presentes en el bolsillo. Sin duda podría haber tirado de clásico para arrancar el show y hacer enloquecer al público. Sin embargo, Doro y sus muchachos se decantaron por un tema como “Time For Justice”, que también posee un estribillo de lo más coreable, amén de aglutinar muchos de los clichés que han marcado los últimos años de su carrera.
Por supuesto que tocando en el Stage Fest, Doro utilizó la pasarela central para estar más cerca de sus incondicionales a la hora de atacar himnos imprescindibles para cualquier seguidor del heavy metal, como por ejemplo un celebradísimo “I Rule The Ruins”, que hacía que el público se involucrara al máximo. Aunque prácticamente todas las miradas, como no podía ser de otra forma, recayeron sobre Doro, gran parte del peso musical lo llevaron Bill Hudson y Bas Mass, ya que ambos hachas no pararon de moverse y animar mientras se sucedían trallazos incontestables como “Burning The Witches”, que permitían al público seguir rememorando el catálogo ochentero de los míticos Warlock.
Pese a ser mucho más reciente, aunque tiene ya más de una década a sus espaldas, “Raise Your Fist In The Air”, se ha acabado convirtiendo en otra de las imprescindibles en todos los conciertos de Doro, y es que la pegada de su hímnico estribillo lo convierten en ideal para ser coreado con el puño en alto. Con el personal disfrutando al máximo, y estando a estas alturas del show ya completamente entregado, llegaba el momento de invitarnos a participar, entonando la característica melodía de “Children Of The Dawn”.
Evidentemente, tampoco faltaron en esta ocasión las continuas declaraciones de amor a sus seguidores de una Doro que se mostró muy agradecida por el apoyo que siempre le han brindado los fans españoles. Así que la mejor forma de sellar esa comunión tan especial llegó durante la emotiva “Für Immer”, para la que Bill Hudson, ya a pecho descubierto, se hizo cargo de los teclados. Con el público coreando enfervorizado el nombre de la vocalista tocaba cambiar de marcha para apretar el acelerador y meternos de lleno dentro de la dinámica casi speed metalera de la imprescindible “Hellbound”.
Acto seguido el batería Johnny Dee tiró de galones, -no en vano lleva más de 30 años siendo el batería de Mrs. Pesch-, para marcarse un solo que quizás acabó extendiéndose algo más de lo que a muchos nos hubiera gustado, cortando la buena dinámica que hasta ese momento había llevado el show. El resto de sus compañeros regresarían a escena para encarar la recta final de la descarga con “Metal Racer”. El último cartucho que el quinteto se reservó para cerrar su presentación por todo lo alto fue ese tema que todos conocemos y que, por derecho propio, se ha convertido en un himno imprescindible y atemporal para cualquier seguidor del heavy metal que se precie: “All We Are”.
STRYPER
Un festival no es una experiencia completa sin una anulación, -en esta edición tuvimos la de Wolfmother- y sin una banda que acabe siendo víctima de los inoportunos y desagradables problemas técnicos, hasta el punto de que prácticamente acaben saboteando su actuación.
Sin duda Stryper eran una de las bandas más esperadas en esta cuarta jornada del Barcelona Rock Fest. Y es que la formación que lideran los hermanos Sweet, -Michael y Robert-, siempre ha marcado distancias con respecto a muchos de los clichés que marcaron el hard rock y el heavy metal de la década de los ochenta, amén, -nunca mejor dicho-, de haber consagrado su carrera y su obra al Todopoderoso. Sin embargo, no sé si fue por la presencia de Judas Priest en el cartel, o por las previas y continuas alusiones al maligno durante todas las descargas que les precedieron, pero los americanos acabaron sufriendo el que, con diferencia, fue el peor sonido de todo el festival.
Ya desde antes de empezar su presentación la cosa no pintaba bien, ya que mientras Doro estaba encarando la recta final de su presentación, pudimos ver como los propios Stryper estaban probando sonido y acabando de dar los últimos retoques a su sobrio y austero montaje escénico. Y las caras de los miembros de la banda no eran precisamente las de alguien que está tranquilo, contento y ansioso por empezar a tocar. También sorprendente me pareció el extraño posicionamiento de la de batería de Robert Sweet, encajonada entre amplificadores y de perfil.
Sinceramente, no sé exactamente como arrancó el show de Stryper. Y es que lo que en principio parecía una última prueba de sonido, -ya que no sonó ningún tipo de introducción, o por lo menos yo no la distinguí-, acabó convirtiéndose en un prácticamente irreconocible “Sing-Along Song”, que estuvo marcado por un horripilante sonido y por un “par de petadas” que casi hicieron que los músicos dejaran de tocar. En cualquier caso, lo mejor del accidentado arranque fueron las características armonías vocales de la banda y la pasión de unos seguidores que, pese a los problemas, apoyaron al máximo al cuarteo americano.
Se notaba, podía palparse en el ambiente, los músicos no estaban nada cómodos sobre el escenario. Continuamente Michael se acercaba a la batería para hablar con su hermano. Sin embargo, la banda optó por seguir delante con un show que arrancó con bastante retraso, -unos veinte minutos-, y que estuvo muy centrado en un repertorio en el que predominaron los temas ochenteros como “Calling On You” y “Free”, que fue cuando el sonido empezó a tomar algo de forma. Afortunadamente la banda, que en esta gira está conmemorando su cuarenta aniversario, contó con la inestimable colaboración de unos esforzados seguidores que, lejos de darles la espalda, les apoyaron aún con más fuerza y convicción, convirtiéndose en indispensables a la hora de encarar piezas como el rockero “Soldiers Under Command”.
Por supuesto, huelga decir que pese a tener que lidiar con todos los contratiempos anteriormente citados, Stryper salieron a escena portando sus habituales colores, -luciendo indumentarias negras y amarillas, y evidentemente también tuvieron el detalle de lanzar, como viene siendo habitual en todas sus descargas, varios ejemplares de la Biblia. De entre los temas que más conmovieron y emocionaron a sus seguidores, sin duda me quedaría con la emotiva y sentimental “Sorry”. Por supuesto que esta cuarta incursión en tierras hispanas, -tal y como se encargó de comentarnos el propio Michael Sweet-, no fue su mejor tarde. No obstante, “Loud N’ Clear” y sobre todo “All For One”, sirvieron para dejar patente, por si alguien albergaba aún alguna duda, que Stryper son una banda de rotundo heavy metal.
Afortunadamente, el show fue creciendo y tomando forma a medida que avanzaba, y aunque nunca llegó al nivel que a muchos nos hubiera gustado, cabe remarcar que el tramo final con temas como “More Than a Man” o la cañera “The Valley”, - segundo y último guiño que se permitieron a su material más contemporáneo, - nos acabaron dejando con un buen sabor de boca.
Antes de abandonar el escenario Stryper todavía tendrían tiempo de hacernos cantar a todos con el puño en alto otro de sus himnos ochenteros: “To Hell With The Devil”, tras el que Michael Sweet se marchó rápidamente del escenario visiblemente enfadado mientras el resto de sus compañeros aún permaneció unos minutos sobre el escenario agradeciendo la entrega del personal y lanzando algunos ejemplares más de Las Sagradas Escrituras.
ALESTORM
Si alguno de los presentes, cosa poco probable, no tenía aún constancia de las andanzas de Alestorm, bastaba con echar un vistazo a la escenografía que estaban montando sus “pipas” para darse cuenta de que algo “especial” iba a suceder en el marco del Stage Fest. Si la descarga de Stryper estuvo marcada por la presencia en la indumentaria de sus miembros de los colores negro y amarillo; tanto el escenario, con las diversas plataformas repartidas a lo largo del mismo, como las estrafalarias e informales indumentarias que lucieron los miembros de la tripulación escocesa constaron de los colores negro y verde. En cualquier caso, la excepción fueron los 3 gigantescos patos que presidieron el escenario, ya que obviamente fueron de color amarillo.
La descarga de Alestorm había despertado una enorme expectación, especialmente entre los más jóvenes, y es que la popularidad de las hordas piratas que encabeza Christopher Bowes ha crecido exponencialmente en los últimos años. Además, la banda llegaba con su nuevo trabajo “The Thunderfist Chronicles “, recién salido del horno, con lo que su presentación en el Barcelona Rock Fest resultó ideal para comprobar el potencial en vivo de algunas de sus nuevas composiciones. Por supuesto que su descarga estuvo marcada por la diversión, los coros pegadizos, los comentarios jocoso, las acciones disparatadas y, evidentemente, por las constantes invitaciones de la banda para que fuéramos protagonistas de la fiesta participando en algunas de sus divertidas coreografías.
Espectáculo y diversión, eso era lo que esperábamos de Alestorm, y fue precisamente eso lo que nos brindaron en un show dinámico y potente, en el que hubo muchas sonrisas y muy poco tiempo para recuperar el aliento. He de reconocer que un servidor no es muy seguidor del autodenominado “True Scottish Pirate Metal” que practican los escoceses, pero de igual forma he de admitir que es prácticamente imposible no sumarse a la fiesta que montan sobre el escenario. Así que lo mejor es rendirse y convertirse en un miembro más de esa tripulación que disfrutó enormemente de la travesía con temas como “Keelhauled”, “The Sunk’ n Norwegian”, que convertía los aledaños del escenario en un mar de puños que se alzaron para corear su pegadizo estribillo, o la novedosa y aplastante “Killed To Death By Piracy”, con el teclista Elliot Alcorn, -ya a pecho descubierto-, dando la réplica vocal a Christopher Bowes a la hora de sacarse de la manga unos rugidos de lo más potentes y rotundos.
Habiendo firmado un arranque absolutamente arrollador, y durante el que el movimiento y el reparto de agua entre las primeras filas fue una constante, tocaba seguir saltando y desparramando a la vez que todos entonábamos la marchosa melodía del cachondo “Mexico” para posteriormente ponernos todos a marcar su contagioso ritmo dando palmas. Entre los vítores de un personal que se lo estaba pasando en grande, Christopher Bowes nos anunció que había llegado el momento de otra de las rápidas: “Frozen Piss 2”, que con sus melodías festivas y desternillantes provocaba que la acción no se detuviera en los aledaños del escenario, arrancándonos incluso una sonrisa cuando un pato salió a hacer playback.
Casi tan disparatada como su puesta en escena me parecieron las declaraciones de Bowes durante los prolegómenos de “Hangover”, proclamando que el vodka era mejor que el agua para combatir la sed y el calor. En definitiva, nada raro si tenemos en cuenta que lo que querían, al fin y al cabo, era que el público cantara y bailara. Y vaya si lo consiguieron, y más aún cuando un tiburón se sumó a la fiesta durante la parte final del tema. Por supuesto que tampoco faltó otra de las tradiciones que suele marcar las descargas de los escoceses: “la remada” del personal durante “Nancy The Tavern Wrench”.
Y es que los que, tras cuatro días de festival, todavía tenían fuerzas y empuje para saltar y bailar tuvieron combustible de sobra siguiendo los ritmos desenfadados y juerguista que la tripulación escocesa nos brindó en temas como la discotequera “P.A.R.T.Y.”, con la gente entregada coreando su pegadizo estribillo, para posteriormente adentrarnos en “Ship Boat (No Fans)”. Algo más cercana a los patrones más tradicionales del metal sonó “The Storm”, que con sus pinceladas de cortes folk fue la elegida para volver a incidir sobre el material de “The Thunderfist Chronicles”.
Para cerrar por todo lo alto una descarga que resultó apta para todos los públicos, -y es que fue una pasada ver a niños con sus padres saltando y bailando al son de las “cachondas coplas” que interpretaron los escoceses- la banda optó por invitarnos a levantar los brazos nuevamente para corear incansablemente el estribillo de “Drink”, la propia “Alestorm”, para dejar que la despedida definitiva corriera por cuenta de “Fucked With An Anchor”, con unas letras hinchables completando un “Fuck You”, que ocupó toda la parte central del escenario.
JUDAS PRIEST
Por supuesto que a lo largo de las jornadas previas y también durante esta cuarta y última, la del domingo, tuvimos ocasión de ver a un montón de grandes bandas, de diferentes estilos y épocas. Pero bastó con fijar la mirada en el Stage Rock, una vez concluida la descarga de Alestorm, y ver el impresionante tridente que nos anunciaba que los siguientes en tomar posiciones iban a ser Judas Priest, para que uno se olvidara rápidamente de la juerga, el buen rollo y la diversión, y se le pusieran los pelos de punta al imaginarse que iba a ser testigo en primera persona de otra ceremonia de puro heavy metal impartida por “Los Auténticos Defensores De La Fe Metálica”.
No creo que haya mucho que hablar al respecto sobre las ayudas, o no, de Rob Halford en el apartado vocal. Sí, las hubo. Ojo, con esto no quiero decir que hiciera playback, ni nada por el estilo. Desde hace muchos años la banda lleva disparadas varias líneas de apoyo, y esta gira no fue una excepción. Personalmente, no es algo que acabe de convencerme. Pero sin querer excusarlo, ni mucho menos, me parece hasta irrisorio que se critique encarnizadamente, y más cuando actualmente muchas bandas jóvenes llevan más del cincuenta por ciento de su propuesta en vivo, -voces, coros, teclados, arreglos orquestales, etc,- grabada. Y a nadie parece importarle.
Halford está a las puertas de cumplir 74 años el próximo mes de Agosto, y aunque obviamente ha perdido voz con el paso del tiempo, pienso que sigue conservando un registro, -en cuanto a tonalidad y potencia se refiere-, bastante digno. Es más, me dio la sensación que tanto a nivel vocal, como físicamente, -no paró de moverse por el escenario dando vueltas durante todo el show-, está en mejor forma que hace unos años. También es cierto que el repertorio fue especialmente exigente para él, y que en algunos momentos se mostró algo reservón, -algunos dirán que se supo dosificar-, ofreciendo su micro para que fuera el público el que se encargara de corear estribillos tan míticos e imperecederos como los de “You’ Ve Got Another Thing Comin’”, “Breaking The Law” y ya en el tramo final “Living After Midnight”.
En donde sí que no puede haber discusión es en las prestaciones instrumentales de una banda que se mostró absolutamente exultante, con un sonido perfectamente cimentado sobre la rotunda y precisa sección rítmica que conformaron esa implacable máquina tras los tambores que es un Scott Travis por el que parece que no pasan los años,-(está a punto de cumplir 64)- y el imperecedero Ian Hill quien, sin moverse ni medio metro de su posición, no paró de agitar la cabeza sin fallar ni una sola nota. En cuanto al trabajo de ambos guitarristas: huelga decir que desde hace ya muchos años Richie Faulkner se ha echado la banda a la espalda, y es quien más tira del carro a nivel de movimiento sobre el escenario, y a la hora de interactuar con el público, amén de hacerse cargo de muchos de los solos, y más aún desde que dejó de girar con ellos Glenn Tipton, a quien por cierto no tuvimos ocasión de ver esta vez sobre el escenario. Especialmente reseñable me pareció la labor de un Andy Sneap que parece haberse adaptado a la perfección a la dinámica de la banda, apostando incluso por una imagen más heavy, -se ha ido dejando crecer el pelo-, que cuando ocupó la vacante del ya mencionado Tipton en 2018.
En cuanto a lo que fue el montaje escénico, me pareció sobrio pero efectivo. No faltó el tridente, ni tampoco la pantalla trasera donde se fueron sucediendo las proyecciones. En los extremos del escenario, en la mitad superior y flanqueando la pantalla había un par de lonas con dos cyborgs que nos recordaban ligeramente al de la portada de “Painkiller”. Mientras que en la parte inferior había otras dos que contenían imágenes apocalípticas de lo que parecía una ciudad en llamas y sumida en el caos. Fue una pena que el arranque del show no fuera con la noche ya entrada, ya que me imagino que nos perdimos alguna sorpresa en cuanto a luces y efectos se refiere. Además, la anécdota de la descarga llegó justo antes del inicio, cuando tras sonar la intro y aparecer en escena Richie Faulkner “hubo que abortar la maniobra” y el guitarrista tuvo que retirarse nuevamente entre bastidores ante la cara de sorpresa de muchos, incluido el propio Faulkner, que pensaron que el show ya había arrancado.
En cuanto al repertorio. Como dije anteriormente, me pareció especialmente exigente para Halford, y es que a lo largo de los noventa minutos, aproximadamente, que duró hubo muchos guiños al ya mencionado “Painkiller”. Algo que acabó propiciando que algunos de los temas sonaran un pelín más lentos para permitir que Halford pudiera sacarlos adelante. Por supuesto que tampoco faltaron algunos de sus grandes himnos de los ochenta junto a varias pinceladas de su más reciente “Invincible Shield”, que por cierto sonaron especialmente bien. Sin embargo, todos sabemos que resulta casi imposible que una banda con la trayectoria que atesoran los británicos sea capaz de confeccionar un repertorio que acabe contentando a todo el mundo. Así que esta noche hubo sacrificados ilustres como “Turbo Lover”, “Metal Gods”, “The Sentinel”… Además, la banda se permitió un único y solitario recuerdo al material que publicaron durante la década de los setenta en forma de “Hell Bent For Leather”, casi al final del show, con lo que también se quedaron fuera habituales como “Victim Of Changes”, “Beyond The Realms Of Death”, “The Ripper” o sus adaptaciones de “Diamonds & Rust” y “The Green Manalishi (With The Two Prong Crown)”.
Tras el ya mencionado arranque en falso, y mientras un mar de teléfonos apuntaban al escenario, los rigores de una tormenta de luces junto a los alaridos grabados de Halford nos brindaron un rápido repaso al álbum que sin duda iba a ser el gran protagonista de la velada: “Painkiller”. De forma incontestable, plantándose en el centro del escenario, convenientemente encuerado y luciendo gafas de sol, Rob Halford se marcaba a capela el descomunal arranque de “All Guns Blazing” provocando el delirio de un público que no pudo resistir la tentación de levantar los puños al aire cada vez que el vocalista tenía que encarar su demoledor estribillo. Los implacables redobles de la batería de Scott Travis se encargarían de flanquearnos el paso hacia “Hell Patrol”, con las luces del escenario ya funcionando a pleno rendimiento para engalanarlo con unas vistosas tonalidades violetas mientras Faulkner se encargaba de dirigir el coro de un personal que acompañó con la voz su melodía central para acabar de dar forma a un arranque apoteósico que se vio rubricado con el primer recuerdo a la década de los ochenta de manos del imprescindible “You´ ve Got Another Thing Comin’”.
No creo que ninguno de los presentes albergara ningún tipo de dudas al respecto, pero por si alguien todavía no lo tenía claro, el propio Halford nos lo confirmó: “The Priest Is Back!”, para acto seguido hacernos apretar los dientes al acelerar notablemente el paso con el casi speed metalero “Freewheel Burning", que fue la excusa perfecta para que Richie Faulkner se convirtiera en el centro de todas las miradas. Una brutal tripleta de auténtico y genuino heavy metal ochentero se vería rubricada con una celebradísima “Breaking The Law”, en la que Halford, tirando de oficio, nos invitó a corear su característica melodía antes de dejar que nos hiciéramos cargo también de su inmortal estribillo.
Tocaba volver a centrarse en el material de “Painkiller”, y para ello que mejor que ingresar en las atmósferas más pausadas y tenebrosas de “A Touch Of Evil”, que nos dejaban con el gran tridente trasero iluminado de color verde mientras Halford, -ataviado con un largo guardapolvos plateado-, recorría el escenario buscando la complicidad del personal, haciendo que levantáramos nuestros cuernos al aire cada vez que nos señalaba. Sin apenas darnos tiempo para reponernos del zarpazo anterior llegaba el momento de desplegar toda la épica metalera contenida en “Night Crawler”, con un Halfrod esta vez inmóvil en las escaleras que había delante de la batería de Travis, esforzándose al máximo para sacar adelante las tonalidades más exigentes del tema antes de acabar recabando una cerrada ovación.
La elegida para que, tanto el vocalista como sus seguidores, recobráramos un poco el aliente fue “Solar Angels”, rescatada de ese gran desconocido que es para muchos “Point Of Entry”, que hizo bajar un poco el nivel de revoluciones e intensidad que hasta ese momento había llevado el show. Sin embargo, no tardarían mucho los británicos en recuperar el ritmo, confiando para ello en una de sus nuevas composiciones “Gates Of Hell”, que fue muy bien recibida y coreada como si de un clásico más se tratase, y que nos dejaba con las guitarras de Faulkner y Sneap doblándose vertiginosamente.
Con el escenario envuelto entre brumas y tonalidades azules, que hacían prácticamente imposible que pudiéramos discernir las siluetas de los músicos, sonaba enlatado “Battle Hymn”, siendo al igual que sucede en “Painkiller”, la puerta de entrada hacia un demoledor y seminal “One Shot To Glory”, que nos dejó con otra de las anécdotas del bolo, ya que a mitad del solo Faulkner piso por error el pedal y quedó una gamba bastante obvia. Me gustó mucho la garra, el empaque y la contundencia que la banda esgrimió en otra de las nuevas “The Serpent And The King”. Mientras que la elegida para volver a hacer rugir al personal, -gracias a la potencia de ambos hachas-, fue la abrumadora “Between The Hammer And The Anvil”, en la vimos a Halford nuevamente esforzarse al máximo, hasta el punto de que parecía que en cualquier momento se la iba a quebrar la voz.
Justo cuando se cumplía una hora de show la banda nos brindó la última de las composiciones de “Invincible Shield”, que sonaron esta noche, precisamente la pieza que se encarga de cerrarlo “Giants In The Sky”, que me gustó mucho en directo, especialmente gracias al punto emotivo que le proporcionó la proyección de un collage que incluyó los rostros entre otros de: Dio, Lemmy, Janis Joplin, Freddie Mercury y Paul Di’ Anno. El nivel de intensidad volvería a llegar al máximo nivel durante la icónica “Painkiller”, con la que los británicos ponían el punto y seguido a 75 minutos de vibrante heavy metal.
El retorno fue el que todos esperábamos con “The Hellion” y “Electric Eye”, logrando que el público se volviera completamente loco. Creo que a estas alturas Judas Priest ya nos había ofrecido casi todo lo que esperábamos de ellos. Y es que lo único que nos faltaba para colmar nuestros anhelos era volver a ver a Halford entrar en escena a lomos de su motocicleta y con la fusta entre los dientes para posteriormente cantar “Hell Bent For Leather”. Todos lo sabíamos, el sueño estaba a punto de terminar, pero antes de que finalizara definitivamente Judas Priest todavía tendrían ocasión de hacernos cantar a todos, en perfecta sintonía, uno de los estribillos más clásicos, emblemáticos y legendarios de la historia del heavy metal, el de “Living After Midnight”.
Sí, lo sé. Los más críticos seguro que tendrán una larga ristra de argumentos para desacreditar el concierto que ofrecieron Judas Priest en el Barcelona Rock Fest. Seguramente, tendrán su parte de razón. Pero sinceramente pienso, -y no creo pecar de indolente-, que Judas Priest ofrecieron un concierto soberbio, que indudablemente estuvo a la altura, en todos los sentidos, de lo que se puede esperar de una banda con su bagaje y trayectoria.
SCORPIONS
Para poner el broche definitivo, por lo menos en lo que respecta a los escenarios principales, a esta novena edición del Barcelona Rock Fest contaríamos con la presencia en el Stage Fest de Scorpions, quienes volvían a repetir en el festival catalán para brindarnos una fecha más de esa “interminable” gira con la que se vienen despidiendo de sus seguidores desde hace ya bastantes años. Seguramente, la banda que capitanean Rudolf Schenker y Klaus Meine sea una de las más longevas y exitosas en cuanto a hard rock y heavy metal se refiere, no solo de su país, sino de todo el continente Europeo.
Era domingo, era ya muy tarde, estábamos cansados tras cuatro duros y agotadores días de conciertos desde primera hora de la tarde… No obstante, muchos fuimos los que no quisimos perdernos la descarga de una leyenda viva del rock que en este 2025 celebra sus sesenta años de vida. Por supuesto que muchos de los que estábamos frente al escenario ni tan siquiera habíamos nacido cuando dieron sus primeros pasos como banda en su Hannover natal. Y aunque en las imágenes que sirvieron como introducción no vimos muchas estampas de esa época, si que pudimos ver una buena retahíla de imágenes de lo que fue su etapa de mayor esplendor durante la década de los ochenta.
No obstante, pese a disfrutar de la descarga de Scorpions, he de reconocer que me dejó con una sensación un tanto agridulce. No porque fuera un mal show, ni tampoco porque no me acabará de convencer el repertorio escogido. Si no porque ver a Scorpions en directo en los últimos años es ser testigo de cómo se va apagando la estela de ese gran vocalista y frontman que siempre fue Klaus Meine. Quizás sus tonos nunca fueron los más potentes, ni tampoco los más agudos, pero lo que nadie puede negarle es lo bonito que siempre fue su timbre y la textura de su registro. Pues bien, en los últimos años hemos estado viendo como todo eso iba desapareciendo, y es que la edad no perdona, son ya 77 años, y el bueno de Meine se ha pegado viviendo en la carretera desde muy jovencito. Con todo esto lo que quiero decir es que los imbatibles Scorpions tienen, a día de hoy, un punto débil.
En cualquier caso, creo que hay que puntualizar que la banda instrumentalmente hablando funciona como un tiro, liderada por esa sociedad guitarrera que desde los ochenta conforman Rudolf Schenker y Matthias Jabs, y que está convenientemente cimentada sobre la poderosa sección rítmica que conforman el bajista polaco Pawel Maciwoda y el batería sueco Mikkey Dee. Además, los montajes y las puestas en escena de la banda son cada vez más vistosos y ambiciosos. Optando en esta gira por situar la batería de Mr.Dee en lo alto de una escalinata llena de bombillas, conformando un espectáculo de luces absolutamente despampanante, contando además con diferentes proyecciones. Además, los alemanes se reservaron lo mejor para el final, con la aparición de un gigantesco escorpión hinchable que agitó sus pinzas mientras la banda atacaba los bises.
Lo dicho, tras una larga introducción plagada de imágenes para el recuerdo y la nostalgia, el concierto de los germanos arrancaba de forma pausada, con los elegantes compases iniciales de “Coming Home”, que nos dejaba la estampa de Meine dirigiéndose hacia el centro del escenario de forma parsimoniosa. Un simple redoble de batería serviría para que el personal estallara por primera vez mientras el resto de la banda irrumpía en escena para hacernos cantar el brutal estribillo del tema de apertura. Vistiendo los dos de amarillo durante el arranque del show, tanto Schenker como Jabs fueron quienes se encargaron de aportar el movimiento escénico, ya que Meine se dedicó a permanecer aferrado a su pie de micro mientras movía la cabeza entre las estrofas de “Gas In The Tank”, que fue el guiño que se permitieron al que hasta el momento es su última entrega discográfica “Rock Believer”, mientras en la parte trasera aparecía proyectada la silueta de un amenazante escorpión.
Sin mediar presentación alguna, la siguiente en caer fue “Make It Real”, abocándonos sobre un tempo algo menos dinámico que sirvió para que Meine pudiera recobrar mínimamente el aliento tras un fulgurante arranque. Y es que la banda, como buenos “perros viejos”, supo como estirar al máximo temas como “Coast To Coast”, dejando que las guitarras asumieran todo el protagonismo, con Jabs jugando durante varios minutos con el Talk-box, mientras el vocalista se paseaba por el escenario repartiendo baquetas. Tampoco faltó esta noche algo que la banda ha recuperado en sus últimas giras, un convincente medley que repasó algunos de sus temas más destacados de la década de los setenta, y que incluyó pasajes de “Top Of Bill”, “Steamrock Fever”, la marchosa “Speedy’s Coming” y “Catch Your Train”, que gustó , y mucho, a sus fans de la etapa setentera, pero que por el contrario dejó bastante fríos a los que conocen a los alemanes básicamente por su retahíla de hits ochenteros.
Precisamente para volver a meter a estos en el show, y hacer que el Parc de Can Zam se viniera literalmente abajo, los alemanes decidieron proseguir su descarga con el infalible “Bad Boys Running Wild”, que arrancaba con Jabs al frente para acabar con todo el personal sumándose a la hora de entonar su coreable estribillo. Acto seguido llegaría una de las sorpresas de la noche “Delicate Dance”, un tema instrumental de Mathias Jabs que sirvió, además de para mostrarnos su elegancia como compositor e instrumentista, para que el bueno de Klaus Meine pudiera descansar la voz durante unos minutos.
Lo que podríamos denominar como la segunda parte del show del combo germano arrancó con los aromas más relajados y baladísticos de “Send Me An Angel”, con ambos “hachas” empuñando acústicas, -eso si la de sSchenker con forma de flecha, como no podía ser de otra forma-. No terminaría aquí el capítulo dedicado a los “temas lentos”, y es que la sibilina “Winds Of Change” volvió a emocionarnos. Acto seguido tocaba levantar el vuelo, volver a hacer rockera al personal, y para ello que mejor que confiar en la garra de los infalibles estribillos de “Loving You Sunday Morning”.
Los siguientes minutos servirían para que Mikkey Dee exhibiera algunas de sus habilidades tras los tambores, dejando claro por qué a lo largo de su longeva trayectoria como músico ha recabado en bandas del calibre de King Diamond o Motörhead. Tras recibir la calurosa ovación del respetable, sus compañeros regresarían a escena para, ahora sí, encarar la recta final con la flema netamente hard rockera de un animado y marchoso “Tease Me Please Me”, que nos dejaba con la clásica estampa de Schenker realizando incansablemente su característico “molinillo” mientras en las pantallas se sucedían las sugerentes imágenes de unas bailarinas.
La fiesta no se detendría, ya que con toda la sección de cuerda junta, y con Meine empuñando una pandereta, le llegaba el turno a la gamberra y descarada “Big City Night”, convirtiéndose en la enésima oportunidad de que el personal cantara junto a la banda antes de tributarles una cerrada ovación de gala. Hay baladas que tocan, que siempre emocionan. Da igual las veces que uno las haya escuchado, y la mítica “Still Loving You”, la que los germanos eligieron para poner el punto y seguido al show, puede presumir de ser una de ellas.
Tras saludar al respetable, y abandonar el escenario durante unos minutos, Scorpions regresaban a escena para rematar la descarga con la impresionante y atemporal “Blackout” que llegó precedida de la aparición de un gran escorpión hínchanle. Mientras que el fin de fiesta, -y quién sabe si el adiós definitivo de los escenarios catalanes-, corrió por cuenta del mítico e incontestable “Rock You Like A Hurricane”. Lo dicho, correcto concierto de unos Scorpions que, a causa de las prestaciones de Klaus Meine, tiran a día de hoy más de nostalgia de lo que a muchos nos gustaría. Sin embargo, aunque sea así, siempre es una alegría que haya gente que tenga oportunidad de ver en acción al veterano combo alemán. No obstante, estoy seguro que muchos, -como por ejemplo un servidor-, prefieren quedarse con el recuerdo de descargas anteriores, en mi caso la primera vez que tuve ocasión de verles en otoño de 1993.
Pues así fue, con el personal despidiendo como se merece a una leyenda viva del hard rock y el heavy metal como son Scorpions, como el que suscribe finalizó su recorrido por esta novena edición del Barcelona Rock Fest. Para los que todavía no habían tenido suficiente y querían más diversión aún les quedaba un último cartucho en la carpa con la descarga del grupo de versiones de Ac Dc: T.N.T.
De cara al próximo año la organización ya ha confirmado las fechas de lo que será la décima edición del Barcelona Rock Fest, que se celebrará del 3 al 5 de Julio de 2026, contando ya con la presencia confirmada de los míticos Helloween. Así que ya queda menos para regresar al Parc de Can Zam y disfrutar del mejor heavy metal.
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