Cada año hay un puñado de citas que llaman la atención y movilizan a gran parte de la “Familia Metalera”. Por supuesto que, dependiendo de gustos y preferencias, cada uno tiene sus propias fechas en rojo marcadas en el calendario. Sin embargo, siempre hay acontecimientos que acaban convirtiéndose en globales. En este 2025, Iron Maiden regresaban a la carretera para protagonizar uno de ellos. En esta ocasión, sin la excusa de un nuevo trabajo que presentar, para encarar otra de esas exitosas giras “retrospectivas” que han venido realizando en los últimos años, y que en esta ocasión serviría para repasar algunos de los hits más clásicos y legendarios de su prolífica producción discográfica, brindándonos la oportunidad de volver a disfrutar de una ristra de temas que incluyeron desde lo que fue su debut homónimo en 1980: “Iron Maiden”, hasta el año 1992, con el que para muchos fue uno de sus grandes últimos lanzamientos: “Fear Of The Dark”.
Sin embargo, lo que a priori tendría que haber sido una gira tranquila, repleta de conciertos que tendrían que haber sido “un día más en la oficina” para una formación que lleva ya medio siglo de andadura a sus espaldas, no ha sido así. Y es que una banda que gusta “de lo tradicional” como son los británicos se enfrentaba a un nuevo desafío: al primer cambio en su line-up desde que se celebrara aquella anhelada gira de reunión a finales del pasado milenio. Y es que tras la “retirada” de Nicko McBrain la banda se enfrentaba al reto de presentar en este tour a un nuevo miembro: Simon Dawson, a quienes muchos ya conocíamos por ser el batería de British Lion, el proyecto paralelo de Steve Harris.
Como siempre suele suceder con cualquier cosa que órbita en torno al “Universo Maiden”, las críticas y las opiniones fueron una constante desde que se desveló el repertorio de este “Run For Your Lives Tour”, y es que muchos piensan que la banda podría haber arriesgado algo más a la hora de confeccionarlo, ya que si bien es cierto que se ha recuperado alguna vieja favorita, resulta cuanto menos extraño que Iron Maiden no hayan tenido ningún guiño al controvertido “No Prayer For The Dying”, convirtiéndolo en el “gran olvidado” de este periplo. Sea como fuera, las redes sociales,-pese a los esfuerzos y las propias peticiones de la banda y su entorno más cercano-, ya se habían encargado de desvelarnos algunas de las sorpresas en cuanto al montaje escénico se refiere, dejando claro que la banda ha apostado muy fuerte, -como ya hicieran también en su última gira-, a la hora de renovar y poner al día su espectáculo, dejando aparcados los telones que les han acompañado durante tanto tiempo para brindarnos ahora un espectáculo audio-visual, apostando por las espectaculares proyecciones que acompañaron a los temas que fueron sonando a lo largo del show.
A día de hoy, resulta indiscutible que la popularidad de Iron Maiden está en uno de los puntos más altos de su longeva trayectoria, siendo una de las pocas bandas europeas que puede atreverse a presentar su espectáculo dentro del marco de lugares realmente grandes e importantes, apostando en determinados países por hacerlo en recintos al aire libre. Sin ir más lejos, su cita en nuestro país tuvo lugar en Madrid, en el Estadio Riyadh Air Metropolitano ante más de 55.000 incondicionales. No obstante, un servidor optó por trasladarse hasta la vecina Portugal, concretamente hasta su capital Lisboa, ya que sería allí, en el pabellón MEO Arena donde los británicos se reencontrarían con sus fans lusos y, por supuesto, con bastantes seguidores de nuestro país que no quisieron perderse la cita. Para el que suscribe fue fundamental a la hora de elegir destino que en Lisboa el recinto fuera un pabellón, un lugar más recogido y cercano, desde el que, en principio, tendría ocasión de ver a la banda en distancias más cortas.
Como suele suceder en casi todas las giras de Iron Maiden, “la ingrata” y poca reconocida responsabilidad de abrir la tarde, mientras los seguidores de “La Doncella” iban accediendo al recinto, corrió en esta ocasión por cuenta de los suecos Avatar. En cualquier caso, no puede decirse que el combo que lidera el estrambótico Johannes Eckerström sea una banda nueva, ya que llevan prácticamente un cuarto de siglo en activo. Pese a que su propuesta no tiene muchas conexiones con la de Mr. Harris & Cía, la banda se plantó sobre el escenario dispuesta a defender su material haciendo especial hincapié en sus composiciones más recientes. Cabe remarcar que el quinteto supo conectar con un público que participó en varios de sus temas, alzando el puño y jaleándolos, aunque personalmente me dio la sensación de que algunos de los parlamentos y presentaciones entre tema y tema fueron algo largos, y más teniendo en cuenta que Avatar dispusieron de unos 45 minutos de actuación.
Su montaje escénico fue vistoso, con el nombre de la banda en la parte trasera iluminado con bombillas. Por supuesto que también lucieron sus estrafalarios ropajes, siendo el que más destacó, -con varios cambios de indumentaria-, su frontman: Johannes Eckerström. Además, pese a ser la banda de apertura también pudieron utilizar las pantallas que flanquearon el escenario. En cuanto al sonido, sin ser perfecto, -hubo bastante eco en algunos momentos-, no creo que lastrase para nada su presentación. Su entrada en escena fue a medio camino entre lo circense y lo cabaretero, con Johannes Eckerström saliendo de una caja y con un globo. En cualquier caso, lo que no se puede negar, es que consiguieron que la gente fijara la mirada en el escenario desde que los instrumentos empezaron a rugir para dar forma a la inicial “Dance Devil Dance”, desplegando durante el inicio del show su vertiente más potente y agresiva, con los miembros del combo sueco mostrándose completamente desatados, sin parar de hacer molinillos, mientras Mr. Eckerström empuñaba su cetro y recorría el escenario con sus particulares andares y un semblante desafiante.
Aunque como era previsible muchos de los que habían ya accedido al recinto se dedicaron a seguir su descarga con calma y desde la distancia, me gustaría destacar que el público que estaba posicionado más cerca del escenario vivió la descarga de Avatar con bastante intensidad. Así que el ambiente empezó a caldearse cuando el quinteto se metió de lleno en “The Eagle Has Landed”, que llegó acompañada de una coreografiada puesta en escena, con los músicos moviéndose sincronizadamente. La descarga había empezado de forma fulminante, con la banda poniendo sus cartas sobre la mesa. De modo que para mostrarnos otra de las aristas de su particular propuesta la banda bajaría el nivel de revoluciones, que no la intensidad, para invitarnos a transitar a través del tempo más oscuro, y por momentos tortuoso, que marcó “Captain Goat”.
Ahora sí, tras haber tomado el escenario y haberse reivindicado, era un buen momento para presentarse, por si alguno de los presentes no se había enterado de quienes eran. Acto seguido las guitarras de Jonas Jarlsby y Tim Öhrström mostrarían su vertiente más incisiva y afilada durante los compases iniciales de “In The Airwaves”, mientras Johannes Eckerström continuaba con su cometido de hacer que las primeras filas no dejaran de saltar e interactuar continuamente con la banda hasta el punto de cerrar el tema con la parte delantera de la pista elevando los puños al aire para dar forma a una descomunal recta final.
Oscuros, tétricos, teatrales, pero a la vez divertidos y socarrones, Avatar supieron como entretener al personal. Además, entre las primeras filas sus devotos se dejaron notar con fuerza, especialmente cuando el escenario quedó teñido de rojo y Jonas Jarlsby se quedó clavado en la parte central para espetarnos el riff que anunciaba la inminente llegada de “Bloody Angel”, para la que Mr. Eckerström cambió su indumentaria, saliendo a escena para interpretar el tema con una llamativa chaqueta roja. Otra de las que mejor acogida obtuvieron fue “The Dirt I’m Buried In”, gracias a esa particular mezcolanza de partes gothicas y siniestras junto a un ritmo más animado y por momentos casi bailable.
Como comenté anteriormente, no me acabó de convencer que Johannes Eckerström se alargara demasiado en sus parlamentos. Por supuesto que está bien que las bandas se dirijan al público y que le hagan rugir. Pero si vas a abrir para Iron Maiden, y además tienes poco tiempo, creo que lo mejor es aprovecharlo al máximo. Sea como fuera, el speech del vocalista sirvió para espolear a los más entusiastas que rugieron desaforadamente para acompañar una celebrada “Smells Like A Freakshow”, que nos dejaba con la mueca monstruosa y los movimientos robóticos del batería John Alfredsson mientras Joannes volvía a ejercer como animador de un respetable que parecía cada vez más encendido y animado. El último asalto que protagonizó el combo sueco estuvo reservado para el destructivo “Hail The Apocalypse”, siendo la enésima ocasión de que el personal volviera a levantar los puños mientras coreaba otro pegadizo estribillo marca de la casa. Fue corto, intenso y, a muchos, nos supo a poco. Por supuesto que Avatar no eran unos desconocidos antes de embarcarse en esta gira. Es más, llevan años pateándose la escena europea, e incluso hemos tenido ocasión de verles en diferentes festivales. Sinceramente, creo que cumplieron, y con creces, la difícil tarea que es abrir para una banda verdaderamente grande como son Iron Maiden. En cualquier caso, ya tendremos ocasión de comprobar si ese buen trabajo se ve recompensado con una mayor afluencia de público en los conciertos de su próxima gira europea que aterrizará en nuestro país el próximo mes de Febrero.
Ahora sí, con el pabellón absolutamente lleno, la cita lisboeta de Iron Maiden, -al igual que la madrileña-, se saldó con un rotundo y anticipado “sold-out”. La impaciencia y la expectación podían palparse en el ambiente. Se sucedieron los empujones, por ganar unos centímetros que nos aproximarán un poco más a nuestros héroes. Durante la pausa entre grupo y grupo se habían puesto en las pantallas laterales unos pictogramas junto a un mensaje, en inglés y portugués, que nos invitaba a que nuestros teléfonos permanecieran en los bolsillos durante la descarga de “La Doncella”. No obstante, muchos fueron los que no pudieron contenerse, y eso que también pudimos ver como varios entre el público obstaculizaban, -de una forma más o menos disimulada-, la labor de los que trataban de grabar algún pasaje del concierto.
Pero, evidentemente, lo realmente importante era volver a disfrutar de una banda mítica e irrepetible como son Iron Maiden en directo. Por supuesto, que todos queríamos testar la aportación de su más reciente incorporación, el batería Simon Dawson, y lo primero que hay que recalcar es que creo que cumplió bastante bien con su cometido. Obviamente, no es Nicko Brain, ni tampoco pretende serlo. Su carisma está lejos del suyo, y su forma de encarar los temas fue sobria y efectiva, y eso se notó en la fluidez y la dinámica con la que se vio a la banda. Siguiendo con este particular repaso a la alineación del combo británico: Janick Gers volvió a ser “el animador”, con sus cabriolas y sus acrobacias con la guitarra, aunque he de reconocer que me dio la sensación de que no le vi tan desbocado como en ocasiones anteriores. No levantó tanto la pierna como antaño, aunque realizó incansablemente su característico molinillo a la hora de atacar las cuerdas de su guitarra. Adrian Smith, como siempre, estuvo en un estudiado segundo plano, dejando “perlas” con su forma de tocar y aportando ese toque de elegancia y distinción que siempre le ha caracterizado. El tercero en discordia en las labores guitarrísticas, Dave Murray, para mí estuvo sencillamente colosal, le vi suelto, explosivo y acertado a la hora de interpretar algunos de esos solos que muchos de nosotros podríamos canturrear sin saltarnos ni una sola nota.
Impasible al inexorable paso del tiempo, Mr. Steve Harris sigue conservando, prácticamente, la misma estampa de siempre, correteando por todo el escenario mientras no deja de cantar los temas siendo el mascaron de proa de la insigne nave británica. Obviamente, muchas miradas recayeron también sobre la labor como frontman y el desempeño vocal de un Bruce Dickinson que rayó a un excelente nivel. Como vocalista supo sacar adelante el exigente repertorio, -no olvidemos que este estaba centrado en sus nueve primeros lanzamientos de estudio-, de forma más que solvente, y aunque le vimos sufrir puntualmente a la hora de encarar algunos de los cortes más rápidos, también pudimos deleitarnos con sus dotes interpretativas, permitiéndose incluso algún alarde, al adentrarse en esos temas más teatrales y de desarrollos más extensos y complejos. Como frontman estuvo sublime: corriendo, saltando, cambiando de indumentaria en varias ocasiones, interpretando los diferentes papeles de los personajes protagonistas de algunas de las canciones que sonaron,..., animó incansablemente y, como no, hizo vibrar al personal como solo los grandes frontmen saben hacer.
Como cualquier buen ritual o ceremonia que se precie, los conciertos de Iron Maiden tienen su propia liturgia. Así que cuando empezó a atronar el clásico de sus compatriotas UFO “Doctor Doctor” a través de la megafonía de un pabellón que, ahora sí, estaba completamente abarrotado todos sabíamos que la fiesta estaba a punto de comenzar. Cualquiera que conozca a Iron Maiden, y que se hubiera molestado en informarse de como estaba transcurriendo la presente gira, ya podría conocer muchas de las novedades que nos traía este “Run For Your Lives Tour”. Sin embargo, no es lo mismo, ni mucho menos, saberlo, o incluso haberlo visto en videos, que disfrutarlo y ser testigo en primerísima persona. Mientras a través de la gran pantalla trasera la banda nos proponía un paseo por los suburbios londinenses sonaba, -convenientemente acompañada por las palmas del respetable-, “The Ides Of March”. Tras unos segundos de tensa calma, en los que se escucharon varías sirenas en la letanía, pudimos apreciar un escenario engalanado con lo que parecía ser una fachada con la estampa clásica del Eddie del “Killers”. A renglón seguido, y con el cambio de la proyección trasera, siendo ahora una gran ciudad, llegaba la primera explosión y aparecía en escena la banda, -con Dickinson con en pelo recogido y luciendo una chupa de cuero-, para desatar la euforia de un personal que se puso a botar siguiendo el ritmo de “Murders In The Rue Morgue”. No pude evitarlo, mi mirada se centró casi instantáneamente en el kit de Simon Dawson, bastante más discreto, modesto y menos llamativo que el de su antecesor.
Nuestro particular viaje a la nostalgia había comenzado de la mejor forma posible. Así que sin darnos oportunidad de reponernos del estallido inicial, y comandado por el impasible bajo de Steve Harris y la potente guitarra de Adrian Smith echaba a andar otro de los himnos clásicos de “La Doncella”: “Wratchild”, para la que regresaba la proyección de la fachada con Eddie anteriormente mencionada, haciendo que todos nos pusiéramos a saltar antes de que Mr. Harris se encargará de liderar los rotundos coros de su implacable estribillo para dar la réplica a un Dickinson que cantó sus estrofas fuertemente aferrado a su pie de micro. La conexión con el público fue, como siempre suele suceder en sus descargas, increíble; con la gente entrando en todas y cada una de las acciones que le propuso un Dickinson al que vi especialmente activo y dinámico. No apartaríamos nuestro objetivo de lo que fue el segundo largo de la banda “Killers”, ya que la escogida para que el nivel de euforia de las primeras filas no decreciera ni un ápice fue precisamente la pieza que le daba título: “Killers”, siendo la elegida para que hiciera su primera aparición un gigantesco Eddie que irrumpió en escena blandiendo un hacha mientras Mr. Harris nos ametrallaba inmisericordemente con su bajo.
Tras un inicio eléctrico, vibrante y trepidante, en el que la banda dejó claro que llegaba a la cita en un excelente estado de forma, Dickinson tomó la palabra para darnos la bienvenida y, como no, recordarnos el 50 aniversario de la banda antes de presentarnos al nuevo miembro de “La Familia Maiden”, que fue recibido con una cerrada ovación por parte de la audiencia lusa. El cambio de registro, adentrándonos en tesituras más oscuras, llegó de manos de otra trepidante cabalgada, en esta ocasión, la que dio el pistoletazo de salida a “Phantom Of The Opera”, que fue ilustrada por una gran escalinata en la pantalla trasera, y que personalmente he de admitir que me encantó, dejándonos a una banda muy precisa a la hora de abordar sus constantes variaciones, con un público que saltó y coreó su particular melodía, y con un Dickinson que le dio un plus gracias a su fantástica interpretación. Tras correrse la cortina, y dar por finiquitado este primer acto de la noche que, (- personalmente me tomé como un merecido homenaje a Paul Di Anno-), estuvo centrado en los dos primeros discos de la banda, una tétrica y familiar alocución nos anunciaba que llegaba la hora de “The Number Of The Beast”, y con ella llegó también el fuego, en forma de unas altas columnas, desatando la desaforada pasión de unos incondicionales que alzaron los puños cada vez que tocaba encarar su inmortal estribillo. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar, aunque sea a modo de anécdota que el tema en cuestión quedó algo deslavazado, ya que Dickinson se equivocó en una de sus estrofas. Sin embargo, eso no pudo empañar el que fue uno de los puntos culminantes de este arranque del show.
Un poco más adelante en el tiempo nos condujo la siempre infalible “The Clairvoyant”, que combinando pasajes que invitan a saltar con sus excelsos desarrollos instrumentales, -en los que la tripleta de guitarrista tuvo su espacio para el lucimiento-, fue la escogida para que Dickinson transitara por primera vez por la segunda altura del escenario. Y es que a partir de ese momento esos serían sus dominios, especialmente al enfrentarse a los temas más complejos y que requieren de una cuidada puesta en escena. Ese fue el caso del imponente “Powerslave”, con un fondo realmente impactante, con la gran pirámide detrás, alternando el día y la noche, y con el vocalista, -ya desprovisto de su chupa de cuero-, interpretando el tema luciendo una máscara mientras aprovechaba para enaltecer aún más al público al espetarnos su tradicional: “Scream For Me…”. Sin embargo para mí el gran protagonista del tema fue un inconmensurable Dave Murray, desplegando toda la elegancia de su guitarra durante los desarrollos más contemporizadnos para posteriormente rematarnos en su épica recta final contando con la inestimable ayuda de Mr. Smith.
Hay temas que la actualidad, desgraciadamente, hace que tantos años después de haber sido escritos sigan conservando plena vigencia. Y, lamentablemente, la escalada bélica y el rearme que estamos viviendo en estos días hicieron que “2 Minutes To Midnight” tuviera un significado especial. Además, la banda interpretó el tema escoltado por la proyección de un Eddie sosteniendo un arma, -una estampa muy similar a la de la portada del single-. Huelga decir que el clásico, -escritor por Smith y Dickinson-, incluido en “Powerslave”, fue otro de los más coreados de la velada, poniendo literalmente patas arriba el MEO Arena, cada vez que el carismático vocalista, -ataviado en esta ocasión con chaleco y gorro de lana y transitando por la parte inferior del escenario-, requería nuestra participación. Seguramente, todos y cada uno de los que estuvimos en el show tendremos nuestros momentos destacados, dependiendo de gustos y preferencias personales. Para el que suscribe uno de los momentos de la noche llegaría justo a continuación con los aromas marítimos de “Rime Of The Ancient Mariner”, que con el escenario cubierto de bruma hacía que a más de uno se nos pusieran los pelos de punta, y más aún cuando tras su intenso interludio central el vocalista apareció en el nivel superior, ataviado como un “lobo de mar”, para enfrentarse a la tormenta, -con la pirotécnica simulando el ensordecedor estruendo de los truenos-, que azotó “nuestra nave” en una implacable recta final.
Tocaba cambiar de registro, volver a centrarnos en esos temas rápidos, directos y que invitan al personal a saltar y cantar con el puño en alto. De modo que con la proyección del fuego en las pantallas arrancaba “Run To The Hills”, con Dickinson recorriendo la parte superior del escenario para hacer rugir primero a un lado y posteriormente al otro, mientras Harris volvía a dejar su impronta en los coros. Tampoco podía faltar la grandilocuencia y la majestuosidad de “Seventh Son Of A Seventh Son”, que con Dickinson encarnando el papel del narrador, -ataviado con un largo guardapolvo negro-, fue otra de las que personalmente más disfruté, especialmente ese largo interludio instrumental en el que los tres hachas volvieron a repartirse las tareas solistas.
Da igual cuál sea la motivación de la gira. Una de las que raramente falta en los repertorios de “La Doncella”, es “The Trooper”, y el presente tour no iba a ser una excepción. Así que nuevamente pudimos ver a Dickinson ataviado con su uniforme ondear primero la “Unión Jack” y posteriormente, ante el delirio del personal, la bandera portuguesa mientras Eddie se paseaba también uniformado, y sable en mano, por el escenario. Lamentablemente, estábamos encarando la recta final del show. “Hallowed Be Thy Name”, fue otra de las que sirvió para que el vocalista exhibiera sus dotes interpretativas, cantando la primera parte del tema desde una celda situada en un extremo para posteriormente protagonizar, -de forma virtual-, una huida perseguido por la muerte hasta llegar a cumplir su triste destino. Con el auditorio completamente entregado, -y manteniendo en escena las mismas antorchas que habían marcado la huida del vocalista-, el sexteto británico apostó para poner el punto y seguido al show por otro himno imprescindible como es la propia “Iron Maiden”, en cuya parte final apareció en las pantallas un amenazante Eddie.
Tras unos minutos en los que el personal no dejó de aclamar incansablemente a sus héroes, y precedido de “Churchill’s Speech”, el combo británico volvía a pisar las tablas para enfrentarse a “Aces High”, que llegaba acompañada de imágenes de escaramuzas aéreas mientras Dickinson, -que entró tarde al inicio del tema-, con casco y gafas de piloto se esforzaba al máximo por sacar adelante sus exigentes líneas vocales. Pese a que en principio el repertorio de esta noche iba a centrarse en el material publicado entre 1980 y 1992, lo cierto es que Iron Maiden se permitieron un único y solitario recuerdo a suc material noventero en forma del corte que prestaba título a su obra de 1992: “Fear Of The Dark”, siendo otro de los que tuvo su particular puesta en escena, con Dickinson paseándose candil en mano y escoltado por una inmensa luna, amén de contar con la excelsa colaboración de un público que entonó tanto su característica e inconfundible melodía como, posteriormente, su arrollador e hímnico estribillo.
La hora de la despedida había llegado. El fin de fiesta fue apoteósico, con una banda absolutamente desatada, en perfecta sintonía con sus seguidores, para acabar rubricando la velada con un coreadísimo y celebrado “Wasted Years”, escoltados por lo que parecía ser el panel de control de una máquina del tiempo. Mientras la banda recibía el reconocimiento del público y lanzaba muñequeras, púas y baquetas, -por cierto el último en abandonar el escenario fue Simon Dawson- Dickinson ejercía como portavoz para agradecernos nuestro apoyo y dejar en el aire su intención de regresar en breve. ¡Esperemos que así sea!
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