sábado, 19 de noviembre de 2016

AMON AMARTH+TESTAMENT+GRAND MAGUS-RAZZMATAZZ-BCN-12-NOV-2016


Durante años una de las principales incógnitas  entre los seguidores del heavy metal ha sido  saber que formaciones  están llamadas a recoger  el testigo  de las grandes bandas clásicas. De entre ese selecto y reducido grupo de elegidos  destaca  la presencia de Amon Amarth, ya que  sus primeras obras  dentro del underground death metalero no hacían presagiar que las hordas vikingas comandadas por Johan Hegg pudieran llegar a un público tan mayoritario. Pero  la evolución que han seguido en sus últimas entregas, -en las que son cada vez más recurrentes los guiños al clasicismo metalero-, sus espectaculares montajes  y sus apariciones en los puestos de honor de   los principales  festivales del Viejo Continente han acabado dando el espaldarazo definitivo a una carrera que ha seguido una clara trayectoria ascendente.

Con el anuncio de que las entradas se habían agotado durante las jornadas previas a la cita, todo hacia presagiar que el ambiente en la sala grande del Razzmatazz sería infernal. Seguramente,  la opción más acertada hubiera sido trasladar la descarga al Sant Jordi Club, ya que a la salida del concierto muchos se quejaban de no haber podido disfrutar plenamente del show  debido a  las aglomeraciones y a los problemas de visibilidad provocados por las columnas del local. Y es que la velada prometía emociones fuertes, ya que los encargados de abrir fuego  serían Grand Magus, mientras que para calentar el ambiente antes del desembarco de las estrellas de la noche contaríamos con el concurso de una banda mítica  dentro del thrash metal americano, Testament.

Ante una sala prácticamente llena hacían acto de presencia Grand Magus para volarnos la cabeza con su potente heavy metal de corte tradicional. Pese a que la formación sueca en sus inicios se decantó por tesituras más doom metaleras, poco a poco han ido encaminando su propuesta hacia derroteros más clásicos y true metaleros. Recibidos como auténticos héroes el trío de Estocolmo nos ofreció un show sólido y compacto, dejando una buena muestra de su potencial en temas como la inicial "I, The Jury".

Con una formación clásica de trío, la banda no tuvo problemas para conectar  con una audiencia que se mostró de lo más entusiasta y participativa a la hora de acompañar  los pétreos  riffs de "Sword Of The Ocean". También tendríamos ocasión de corear  los hímnicos estribillos de "Varangian", que se convertiría en la primera y única muestra que nos ofrecieron de su último trabajo "Sword Songs" y que les servía para desplegar su faceta  más épica.

Tal vez lo único que se puede reprochar a los chicos de Grand Magus es que se mostraron demasiado estáticos en escena, ya que JB Christoffersson y Fox Skinner solo abandonaron sus respectivas posiciones al atacar la corrosiva “Steel Versus Steel. Pese a ello, la banda consiguió encandilar al personal con la contundencia de sus composiciones, y la mejor prueba fue la abrumadora acogida que obtuvieron piezas como la machacona  “Iron Will”.

No abandonarían el material de su cuarto trabajo, pero si que pisarían el acelerador para que la gente se abandonara  al headbanging durante "Like The Oar Strikes The Water", para dejar que el último ataque corriera por cuenta de "Hammer Of The North", que nos dejaba a una audiencia entregada entonando su melodía central incluso después de que los músicos abandonaran el escenario y las luces del local se encendieran.

Tras recuperarnos de la impactante presentación de Grand Magus, y con la sala ya a pleno aforo, la audiencia se preparaba para el despiadado ataque de los titanes californianos, Testament. Con la  imponente y amenazante imagen que sirve como portada para su último trabajo presidiendo el escenario, los músicos tomarían posiciones para hacer estallar al público con la pieza que presta el nombre  a su undécima obra de estudio "Brotherhood Of The Snake". El último en aparecer sería el incombustible Chuck Billy, que se mantuvo aferrado a su medio pie de micro mientras comandaba las brutales acometidas del visceral "Rise Up".

Pese a la entrega de las primeras filas  y a la embestida inicial de los americanos, lo cierto es que el sonido no acabó de acompañarles, con las guitarras de Eric Peterson y Alex Skolnick sonando muy por debajo de sus posibilidades y con la voz  de Chuck a un volumen excesivamente bajo en temas como el novedoso "The Pale King". Tampoco me acabó de convencer el repertorio escogido, ya que la banda apostó por un setlist muy centrado en sus últimas referencias de estudio. Una maniobra arriesgada si tenemos en cuenta que no tocaron más de una hora, y que muchos de sus fans queríamos  volver a disfrutar de algunos de sus imprescindibles clásicos. Quizás por ello la euforia se desató en la pista  cuando Chuck anunció la apoteósica "Disciples Of The Watch", que nos dejaba a DiGiorgio y Hoglan marcando implacablemente el paso mientras el carismático frontman  atacaba su medio pie de micro como si fuera una guitarra.

Una nueva concesión al pasado nos abocaría sobre "The New Order", que redondeaba  una dupla perteneciente a su segundo trabajo de 1988, y que conseguía reconciliar a la banda  con sus “viejos seguidores” tras un arranque un tanto titubeante. Y es que  la banda no pareció encontrarse cómoda sobre el escenario en ningún momento, con un Alex Skolnick que no paró de gesticular durante todo el show y un Eric Peterson que se mostró mucho más estático y comedido que en anteriores visitas.

"Stronghold", sería la encargada de devolvernos al presente antes de que Chuck nos anunciaría una nueva ración  de thrash metal old school con "Into The Pit" y la abrasiva "Over The Wall", que volvía a caldear el ambiente en el  local haciéndonos cantar a todos. El último trallazo de los californianos estaría reservado para "The Formation Of Damnation", que nos dejaba con una sensación un tanto agridulce. Definitivamente, la de esta noche no fue su mejor actuación en tierras catalanas, pero ya se sabe: una mala noche la tiene cualquiera. Un sonido poco matizado y un repertorio muy centrado en sus últimas entregas acabaron marcando la presentación de unos Testament algo desdibujados. Esperemos que Chuck Billy y sus muchachos no tarden en regresar liderando su propio show y podamos resarcirnos.

La sala grande del Razzmatazz estaba abarrotada y la expectación podía palparse en el ambiente. Durante sus últimas giras Amon Amarth han optado  por diferentes escenografías basadas en diversos elementos de la imaginería vikinga. Pues bien, esta noche no iba a ser una excepción. Un imponente casco de combate, -coronado por  el  kit de batería de  Jocke Wallgren-, y flanqueado por sendas escalinatas que conducían sobre unas pequeñas tarimas colocadas a media altura, conformarían el entorno en el que los guerreros de Tumba librarían su batalla. Pero no sería esta la única sorpresa, ya que a lo largo de la velada se irían sucediendo algunas performances que ayudarían a enfatizar los momentos culminantes del show.

Como si de un ancestral ritual se tratase el quinteto aparecía en escena acompañado de su habitual introducción para empuñar sus instrumentos  y hacer rugir al personal con los primeros compases de "The Pursuit Of Vikings". La respuesta del público fue impresionante, con toda la sala botando intensamente junto a la banda mientras coreábamos su pegadiza melodía. Ejerciendo como maestro de ceremonias, el barbudo Hegg encabezaría la brutal envestida del combo sueco mientras se encaramaba sobre una de las tarimas para dejar que las columnas de humo hicieran  su primera aparición durante el estribillo de la trepidante "As Loke Falls".

Con tan solo dos temas y en apenas de diez minutos Amon Amarth tenían ya al público rendido. Así que después de que el frontman se ganará una rotunda ovación al dirigirse al restable en catalán había que empezar a repasar su nueva obra conceptual "Jomsviking". Con las guitarras de Olavi Mikkonen y Johan Söderberg sonando cortantes y descarnadas arrancaba ese trallazo que es "First Kill", que fue coreado con verdadera devoción por una sala enfervorizada. Pero sin duda la primera gran sorpresa de la noche llegaría cuando los músicos, de forma parsimoniosa, encaminaron sus pasos hacia   las tarimas para dejar que la parte frontal del escenario quedara ocupada por  dos guerreros que se batieron en una encarnizada  contienda mientras la banda desgranaba los pasajes épicos de "The Way Of Vikings". El cambio de tercio llegaría con las ambientaciones lúgubres que marcarían  "At Dawn's First Light", que ratificaba  que el nuevo material de los vikingos  ha calado hondo entre sus seguidores.

Mientras  el escenario quedaba sumido en la más absoluta penumbra la base del casco se iluminaría para dejar que  Jocke Wallgren recorriera  los parches de su kit antes de atacar "Cry Of The Black Birds", que era la elegida para la nueva aparición de las columnas de humo.  Sin concedernos ni un segundo de tregua, y mientras los guerreros volvían a aparecer en escena portando sendos estandartes,  nos adentrábamos en "Deceiver Of The Gods", con la gente nuevamente erigiéndose como protagonista al corear ensordecedoramente su melodía de guitarra. El asedio del quinteto  no se detendría, así que el escenario se teñiría de rojo durante  "On A Sea Of Blood", que nos dejaba la estampa de un Hegg exultante  pasando revista a las primeras filas.

Sin duda uno de los grandes aciertos de la descarga fue la brutal intensidad que desplegaron los suecos sobre las tablas: sin altibajos, extensas charlas, ni solos que rompieran el ritmo del show, concentrándose exclusivamente en descargar una colección de composiciones que sonaron brutales y con pegada.  El ecuador  del show vendría marcado por   la implacable "Destroyer Of The Universe", que dejaría paso al tema más antiguo  que interpretaron "Death In Fire", que nos hacia retroceder hasta aquel lejano “Versus The World”.

Una nueva aparición de los guerreros, -esta vez empuñando los arcos-, acompañaría  junto a las palmas del respetable el arranque de  "One Thousand Burning Arrows", para posteriormente  atenazarnos con sus envolventes melodías. El relevo en escena lo tomaría Loki, quien aparecería para sumarse  a los músicos durante los fulgurantes desarrollos de “Father Of The World”, que nos invitaba al headbanging en su humeante cabalgada  final. La contundencia death metalera regresaría de la mano de “Runes To My Memory”, con la audiencia completamente desatada alentando a la banda durante su cadencioso interludio central. El punto y seguido a la  velada lo pondría una celebradísima “Father Of The Wolf”, que volvía a hacernos vibrar con  otra  ración de épica metalera.

Con la gente enloquecida demandando el retorno de los guerreros, la banda no tardaría en regresar sobre las tablas para alzar sus cuernos y brindar con todos los presentes antes de atacar “Raise Your Horns”, que se convertiría en la excusa perfecta para que el frontman dirigiera el coro antes de que todos comenzáramos a botar  como si nos fuera la vida en ello. A estas alturas del show la comunión entre banda y público era absoluta, de modo que el anuncio de  “Guardian Of Asgaard”, provocó que el pogo se desatara en la pista.  Todos sabíamos que la velada estaba tocando a su fin, así que mientras los truenos nos anunciaban la tormenta que estaba por llegar,  un gigantesco dragón iría adueñándose del escenario mientras Hegg alzaba desafiante su martillo para estrellarlo contra el suelo y dar el pistoletazo de salida a  la apocalíptica “Twilight Of The Gods”, que era la escogida  para cerrar por todo lo alto una descarga apoteósica.

Suma y sigue para los vikingos de Tumba. Amon Amarth continúan con paso firme su imparable ascensión al Valhalla del metal, y su victorioso paso por la Ciudad Condal fue la constatación definitiva de  que la banda no ha alcanzado todavía su techo.



TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER

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