Que una banda consiga que sus composiciones
se conviertan en auténticos himnos para diversas generaciones de roqueros es la
mejor forma de asegurarse un lugar en el Olimpo del rock. Aún recuerdo cuando
un servidor vio por primera vez a Barón Rojo a mediados de la década de los
noventa, en la tercera edición del Ripollet Rock junto a Zinky Barú y
Bronce, por aquel entonces la mítica
banda de los hermanos de Castro ya era una leyenda viva de nuestro heavy-rock,
pero a día de hoy, dejando a un lado la discreta repercusión de sus últimos lanzamientos, las giras de reunión
junto a Sherpa y Hermes y las adaptaciones de otros artistas, lo cierto es que
Barón Rojo siguen incombustibles al desaliento y en la carretera, agrandando su
mito cada vez que se suben a un escenario.