Para hacer más amena la espera de los que optamos por acudir a primera hora de la tarde al local contaríamos con la presencia de una banda relativamente nueva como son Royal Sorrow, quienes aprovecharon la oportunidad para presentar al público barcelonés los temas más destacados de su flamante debut en forma de largo: “Innerdeeps”. Mientras que la nota de colorido y eclecticismo musical lo pondrían los chicos de Gåte, -la banda más veterana de las tres que conformaban el atractivo cartel de esta noche de miércoles-, quienes liderados por Gunnhild Elde Sundli encandilaron a más de uno tanto con su propuesta como con las diferentes ambientaciones que supieron crear durante su intimista e hipnótica presentación.
No había mucha gente cuando aparecieron en escena los encargados de dar el pistoletazo de salida a la velada: Royal Sorrow. Aunque para la gran mayoría de los presentes el combo de Helsinki era una formación novedosa, los más metidos dentro de la escena “prog” tenían claro que la banda que lideran el vocalista y guitarrista Markus Hentunen y el bajista Eero Maijala pasa por ser la evolución de Edge Of Haze. No obstante, lo primero que llamó la atención de muchos de los presentes fue el “look” de la banda: a medio camino entre lo siniestro y la new wave británica. En cuanto a lo que fue su propuesta musical hubo mucho de oscuridad, de sentimientos sombríos, angustia, y eso supieron plasmarlo de forma convincente en temas como “Release Your Shadow” y “Evergreen”, que servía para que Markus dejara salir sus demonios interiores en forma de una sucesión de desgarradores aullidos.
Debido al montaje escénico de las estrellas de la noche, el escenario quedó bastante reducido, con lo que Royal Sorrow tuvieron que tocar en un espacio bastante limitado. Así que en más de una ocasión Markus acabó subido en la tarima de la batería. Evidentemente, en una propuesta tan sentimental y repleta de emociones y matices fueron varias las pistas que sonaron disparadas, con lo que temas como “Samsara”, sonaron pegadizos y elegantes a partes iguales, amén de contar con la colaboración de un público que coreó con devoción su estribillo siguiendo las indicaciones de Markus.
Por supuesto que los noruegos tampoco quisieron dejar pasar la ocasión de ofrecernos una buena muestra de su vertiente más cruda y descarnada en temas como “Give In”, que sustentada sobre unas guitarras más potentes y protagonistas se acabó convirtiendo en uno de los puntos álgidos de su escueta presentación. Para dar por concluido este primer acto de la velada, Royal Sorrow buscarían nuevamente la complicidad de un público que acompañó con palmas el desarrollo de “Innerdeeps”. Aunque personalmente me dio la sensación de que la banda aún tiene que pulir un poco su personalidad, especialmente si hablamos de su puesta en escena, creo que Royal Sorrow dejaron patente que son una banda muy interesante, y a la que no hay que perderle la pista de cara a futuros lanzamientos.
Tras el habitual receso, los siguientes en aparecer sobre el escenario de una sala Apolo que poco a poco iba poblándose y tomando colorido fueron los noruegos Gåte, proponiéndonos un drástico cambio de registro, ya que si la descarga de Royal Sorrow estuvo centrada en las emociones, la del combo de Trøndelag estuvo orientada hacia derroteros más folkies. Como dato curioso, antes de empezar a desgranar lo fue su descarga, me gustaría comentar que fueron los vencedores del Melodi Grand Prix con el tema “Ulveham”, lo que les dio la oportunidad de representar a su país en el Festival de la Canción de Eurovisión en 2024, quedando finalmente en último lugar. Obviamente, no me parece que ese tipo de público fuera el más afín y receptivo para una propuesta tan única y personal como la de Gåte.
Esta noche la banda apareció en escena acompañándose de una tenue iluminación, algo que junto al atrezo que portaban parecía querer reproducir la quietud y la tranquilidad propia de un bosque al anochecer. Desde el mismo arranque con “Skarvane”, dejaron clara su firme intención de hipnotizarnos y embelesarnos usando para ello el potente registro de Gunnhild, quien moviéndose vaporosamente, como si fuera una elfa del bosque, acaparó gran parte de las miradas antes de acabar recabando la primera ovación del expectante público.
Sí, por supuesto, la vocalista fue el principal foco de atención. Sin embargo, la descarga de Gäte fue de lo más coral, incluyendo incluso en su propuesta el particular y característico sonido del violín y de la viola de teclas en temas como la camaleónica “Svarteboka”, que hacía que algunos que todavía no conocían al combo noruego quedaran verdaderamente desconcertados. No obstante, la mayoría de los presentes saludó la originalidad de su propuesta con el pulgar hacia arriba, con lo que temas como “Oskorsreia”, fueron seguidos con especial atención por un público que poco a poco fue metiéndose en su descarga.
Aunque no eran muchos los que estaban familiarizados con su material, la formación noruega tiene un amplio bagaje a sus espaldas. Así que para el siguiente tema nos invitaron a mirar al pasado, concretamente a más de dos décadas atrás, para recuperar una de las piezas que formaba parte de lo que fue su segunda entrega de estudio “Iselilja”: “Jomfruva Ingebjør”, que arrancaba con todos los músicos agachados para que nuevamente fuera Gunnhild quien se encargara de crear una atmósfera preñada de dramatismo y melancolía. Algunos de los miembros de la banda cambiarían sus instrumentos para seguir incidiendo en las ambientaciones bucólicas e introspectivas que desplegaron a lo largo de la minimalista “Førnesbrunen”.
Especialmente activo, e incluso diría que hiperactivo, estuvo durante todo el show el guitarrista Magnus Børmark, moviéndose expeditivamente e incluso dejando aparcada su guitarra para hacerse cargo de la viola en “Sannsiger”, que fue la elegida para proponernos unos ritmos tribales que se encargaron de acentuar, aún más si cabe, la deriva folk que estaba tomando la velada. Algo más animada sonó la pieza que les dio popularidad y les permitió que la “Europa Eurovisiva” conociera su propuesta: “Ulveham”. Mientras que la despedida definitiva corrió, - después de hablarnos la vocalista de los sentimientos que le evoca nuestra ciudad-, por cuenta de otra de las que nos invitaba a adentrarnos en la naturaleza para hablar de los trolls que habitan en los frondosos bosques noruegos: la festiva y desenfadada “Bannlyst”, tras la que se marcharon dejando entre los presentes una muy grata impresión.
Una vez retirado todo el equipo de las bandas que habían tocado previamente, y tras dar los pipas los últimos retoques al escenario, todo parecía dispuesto para el inminente desembarco de Leprous. Con bastante más gente en el recinto, haciendo gala de esa sobriedad que siempre les ha caracterizado, con todos los miembros de la banda vestidos de riguroso negro, -con camisas y camisetas lisas y sin ningún tipo de estampado- y contando con un modesto pero efectivo juego de luches que ayudó a que la banda consiguiera crear ese clima hipnótico e, incluso, intimista en algunos momentos que tan bien casa con su propuesta, irrumpían en escena los miembros del combo que encabeza Einar Solberg, para romper el hielo con “Silently Walking Alone”, que servía para que la banda empezara a hacer vibrar intensamente a sus incondicionales gracias a la rotunda pegada de esos primeros increscendos, marca de la casa, que tanto gustan y que de alguna forma han marcado su propuesta desde que iniciaron su andadura hace ya un cuarto de siglo.
Lo dejaron claro ya desde el mismo arranque. En esta ocasión pudimos ver a unos Leprous sobre el escenario con más mordiente, más motivados que en anteriores visitas, moviéndose más por el escenario, con más actitud por así decirlo, lo que quedó patente en la figura de un Einar al que vimos muy metido en su papel como frontman, recorriendo incansablemente el escenario mientras nos invitaba a participar en temas como “Illuminate”, -que arrancaba con el bajo marcando el paso para desembocar en unos pasajes más cercanos a tesituras electrónicas-, y “Bonnaville”, que llegaba tras los pertinentes saludos para adentrarnos de lleno en su faceta más intimista e introspectiva para completar una rotunda dupla extraída de su aclamado “Malina”(2017).
Aunque la propuesta de Leprous ha estado siempre en continua evolución en ningún momento ha perdido ese sello personal que la hace única, atractiva y totalmente reconocible. Sin embargo, muchos son los elementos y matices que la banda ha ido incorporando para sonar cada vez más evolucionada, compacta, sofisticada,..., y la prueba palpable la tuvimos en temas como “I Hear The Sirens”, con la que nos sumergían de lleno en esa ambientación sideral que nos dejaba al frontman invitándonos a participar en sus cuidadas armonías vocales antes de recabar una cerrada ovación de manos de un personal que a estas alturas del show estaba ya plenamente metido en el “particular universo” del combo noruego.
Tras un inicio marcado por la rotunda intensidad, era un buen momento para “desengrasar”, para sonar algo menos sofisticados y “serios”, a la vez que proponían a sus seguidores seguir siendo parte indispensable y protagonista del show. Así que para ello optaron por su particular adaptación del mega-clásico de A-ha, “Take On Me”, cuyo estribillo, -con todo el auditorio cantando completamente entregado-, acabó convirtiéndose en uno de los momentos álgidos de este primer tramo del show. La ambientación cambiaría drásticamente, -aunque no el nivel de complicidad y conexión entre banda y público-, a lo largo de “Alleviate”. Varios fueron los momentos a lo largo de la noche en los que Einar tuvo ocasión de mostrar sus capacidades como vocalista. Sin duda uno de los más destacados fue durante los compases iniciales del emotivo “Below” que, -además de permitirnos seguir buceando en el material de “Pitfalls”(2019)-, conseguía ponernos los vellos de punta a más de uno gracias a la tremenda interpretación de un vocalista que se mostró en un excelente estado de forma.
Aunque no me parecieron excesivamente largas, sí que me dio la sensación de que Einar estuvo esta noche más comunicativo, dando explicaciones y detalles de los temas durante algunas de las presentaciones. De modo que tras anunciarnos que había llegado el momento de mirar al pasado, concretamente al material de “Tall Poppy Syndrome”, la sala se vino literalmente abajo al reconocer los ritmos asíncopados que dieron forma a la imprescindible “Passing”. En una descarga como la de Leprous, en la que todo debe sonar medido y perfectamente compactado y sincronizado, no puede haber lugar para sorpresas. Así que la banda no se cortó a la hora de abortar, -a causa de un contratiempo con el bajo de Simen Daniel-, el arranque de la dupla que conformaron “The Price” y “Like A Sunken Ship”, aprovechando Einar mientras se solucionaba el problema para resolver algunas dudas que le trasladaron los fans que copaban las primeras filas.
Durante la siguiente charla el dicharachero frontman, -por lo menos esta noche-, quiso reivindicar la vertiente más netamente metalera de la banda, preguntando a los presentes cuál era su disco más potente. Sea cual fuera la opinión mayoritaria, lo cierto es que la banda optó por centrar su objetivo sobre el material contenido en “The Congregation”, para dar buena cuenta de “Rewind”, que nos dejaba con el escenario teñido de verde mientras los miembros de la banda rockeaban intensamente como hacían en sus tiempos más salvajes. El cambio de registro llegaría con “Castaway Angels”, introducido por el propio Einar a los teclados para hacer crecer el nivel de intensidad antes de acabar embelesando a un personal que despidió el tema con una rotunda ovación. Para poner el punto y seguido a la descarga Leprous apostaron por los ritmos más marchosos contenidos en “From The Flame”.
Tras un rápido paso por los camerinos, los miembros de la banda volverían a tomar posiciones para finiquitar definitivamente la velada con otro de los rescates de su más reciente, “Melodies Of Atonement”, desplegando todo el potencial de “Atonement”, que acabaría enlazándose con “The Sky Is Red”, que nos dejaba con Einar gesticulando ostensiblemente para dar forma a una rotunda e incontestable recta final. Varias han sido las ocasiones en las que un servidor ha tenido ocasión de ver en directo a Leprous. Y sin duda la de esta noche fue una de las descargas más vibrantes, emocionantes y rotundas que les he visto, recuperando parte de la pasión, la garra y la intensidad que parecían haberse dejado por el camino en sus últimas visitas.



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