martes, 24 de septiembre de 2013

THE WINERY DOGS+THE SIXXIS-APOLO-BCN-21-SEP-2013



Durante décadas uno de los entretenimientos  preferidos entre los seguidores del hard rock ha sido el de elucubrar como sonarían   "hipotéticas" formaciones creadas a partir de músicos de diferentes bandas ya establecidas. De un tiempo a esta parte, parece que está cada vez más en boga que diferentes artistas, virtuosos instrumentistas en la mayoría de los casos, unan fuerzas en diferentes proyectos que tanto la prensa como los fans tienden a etiquetar como super grupos. Durante los últimos años nombres como Audioslave, Them Crooked Vultures, Chickenfoot o Black Country Communion han copado la escena roquera revitalizando el denominado "classic Rock". Una de las ultimas agrupaciones en sumarse a este resurgir de clasicismo roquero ha sido el trío americano The Winery Dogs, una formación que cuenta entre sus filas al talentoso guitarrista Richie Kotzen (Poison, Mr.Big), al virtuoso bajista Billy Sheehan (David Lee Roth, Steve Vai, Mr.Big) y al incombustible batería Mike Portnoy (Dream Theater, Avenged Sevenfold, Adrenaline Mob, Flying Colors y una interminable colección de diferentes proyectos).

Tras plasmar el trío todo su potencial y calidad técnica en un fantástico disco homónimo que vio la luz a finales del pasado mes de Julio, llegaba el momento crucial  de defender en directo las composiciones de su debut discográfico. Para la ocasión, el laureado power trío había optado por presentarse en  una sala de mediano aforo como es la Sala grande del Apolo de Barcelona, un marco ideal para poder seguir, muy de cerca y sin perderse ningún tipo de detalle, las evoluciones sobre las tablas de los maestros americanos. Desde primerísima hora de la tarde ya se podía palpar en los alrededores de la sala la enorme expectación que había suscitado  esta primera visita del trío americano con una gran número  de  fans apostados a la entrada del recinto, aguardando pacientemente que saliera a firmar autógrafos algunos de los protagonistas de la velada, o que se abrieran las puertas para poder tomar una buena posición frente al escenario. Este fenomenal ambiente se tradujo en una sala que rozó prácticamente el lleno.
 
Como aperitivo antes del recital del power trío americano teníamos programada la actuación de sus compatriotas The Sixxis. Aunque la formación ha publicado recientemente su álbum debut, lo cierto es que el quinteto de Atlanta posee una longeva trayectoria a sus espaldas, amén de una amplia experiencia batallando en el circuito underground americano, demostrando unas tablas y un aplomo que quedaron acreditados desde los compases iniciales de la intimista "Coke Can Steve", que rápidamente cedería ante la avalancha roquera contenida en la eléctrica "Long Ago", en la que los poderosos estribillos fueron los auténticos protagonistas.

Lejos de centrarse en un estilo pragmático y acotado, el quinteto de Atlanta demostró una gran cintura estilística a la hora de moverse con soltura por diferentes estilos y sonoridades, sabiendo desenvolverse por los pasajes funkeros de "Nowhere Close", en los que brilló especialmente la aportación de su bajista Mark Golden, y que fue fundida con la intensidad contagiosa del medio tiempo "Believe", que fue una de las composiciones que mejor respuesta obtuvieron por parte de un público que permaneció muy atento y expectante ante la descarga del combo americano.

Tampoco faltaron durante su show los pasajes elegantes y llenos de melodía contenidos en piezas como "She Only", con una fantástica demostración de guitarra "slide" a cargo de Paul Sorah, ni la potencia arrolladora de los up tempos como en el caso de la intensa  "I Wanted More", durante la que el vocalista Vladdy Iakhavok alargó sus tonos al máximo, llevando al límite sus cuerdas vocales. Si durante toda su actuación, los miembros del  quinteto de Atlanta se mostraron como unos músicos solventes e imaginativos, mención especial merece el batería Josh Baker, quien fraguo una actuación realmente compacta y completa, dando feeling y personalidad a piezas como la progresiva “Opportune Time”.

Los últimos compases de la actuación del combo americano estuvieron marcados por "Out Alive", con esos pequeños toques "grunge" impregnando la composición, y la contagiosa "Snake In The Grass", que fue la encargada de cerrar una actuación más que notable del heterogéneo quinteto de Atlanta, que se marchó del escenario con una sonrisa dibujada en el rostro y con la satisfacción del deber cumplido.

Después del acostumbrado descanso, y del pertinente cambio de "backline", con suma puntualidad sobre el horario previsto saltaban sobre las tablas el impactante trío The Winery Dogs. En un escenario sobrio y desnudo, engalanado únicamente con un gran telón de fondo que reproducía   el "logo" de la formación americana. La encargada de abrir fuego, al igual que sucede en su álbum debut, fue la marchosa "Elevate", una fantástica carta de presentación con la que consiguieron meterse  a toda la audiencia  en el bolsillo, desatando la euforia de una sala que les tributó  una bienvenida de auténticos héroes, constatando el enorme tirón y carisma que atesoran los músicos que integran este nuevo proyecto. Fue el propio Portnoy, quizás el más carismático de los componentes del trío, el encargado de darnos la bienvenida desde su kit, situado en la parte central de escenario, para rápidamente atacarnos con la más densa y crujiente "Criminal", en la que destacó un estelar  Richie Kotzen, muy metido en su papel de guitar-hero, sacando brillo a su guitarra mientras nos ofrecía ese envolvente aroma bluesero del que está impregnado la composición.

Una fastuosa primera ovación fue la encargada de dar continuidad a una fiesta que prosiguió de la mano de "We Are One", con Portnoy dando rienda suelta a su peculiar y vistosa forma de tocar la batería, golpeándose en la cabeza, levantándose de la banqueta, haciendo coros y recurriendo a todo su arsenal de trucos para demostrar, una vez más, que este hombre lleva el ritmo metido en el cuerpo, mientras sus compañeros se concentraban en dar "feeling" a la interpretación del tema. "One More Time", fue la encargada de sumergirnos de lleno en ese rock clásico de raíces setenteras durante el que pudimos degustar la excelencia sonora que proporciona la pareja rítmica Sheehan/Portnoy, encargados de llevar el peso de la composición mientras Kotzen se concentraba en las líneas vocales.

Lejos de los egos y las individualidades, lo cierto es que The Winery Dogs funcionan como un equipo perfectamente engrasado y conjuntado, y más después de que la banda llegara a tierras catalanas muy rodada  tras una extensa "tourne" por el continente Americano. Ese feeling y complicidad que dan los directos  se pudo apreciar, especialmente, en el apartado vocal donde las voces  de los tres protagonistas se juntaban para rubricar unos coros realmente efectivos y armónicos que hicieron  ganar muchos enteros a la interpretación de cortes como la poderosa y "grungera" "Time Machine", o la más relajada e introspectiva "Damaged", con la que nos proponían un rotundo cambio de tercio apostando por las atmósferas más melancólicas y elegantes.

Aunque hasta este momento la descarga de la formación americana estaba siendo impecable, sobretodo en el apartado técnico, lo cierto es que me pareció excesiva  la agrupación, en un mismo tramo de show, de tantas baladas y medios tiempos con lo que se perdió un poco la intensidad con la que había arrancada la descarga. Es por ello que al reconocerse los primeros compases del potente "Six Feet Deeper", la sala volvió  a rugir con fuerza siguiendo los estribillos al pie de la letra como si de un verdadero clásico se tratase. Un escueto y concentradísimo solo de Mike Portnoy sería el encargado de dar la entrada a un fantástico e irrefrenable "The Other Side", con el que parecía recuperarse el apabullante ritmo inicial manteniendo el nivel de euforia entre las primeras filas.

Acto seguido, sería el veterano bajista el que disfrutaría de tiempo  para su lucimiento personal con un solo bastante más extenso que el de su compañero, que nos sirvió para comprobar la maestría y pericia del mago de las cuatro cuerdas, provocando una de las mayores ovaciones de la noche que nos dejó con  la estampa del propio Portnoy rindiendo pleitesía desde su kit. Sin darnos un segundo de tregua el trío se sumergía de lleno  en el  intimismo acústico contenido en la delicada y reflexiva "You Saved Me", que nos dejó un   final  estratosférico con Kotzen volviendo a erigirse como la piedra angular en torno a la que gira este nuevo proyecto. Tras haber recuperado el aliento, la adrenalina y la emoción volvían a desatarse al ritmo clásico y setentero de la contagiosa "Not Hopeless", que volvía a poner la sala patas arriba, certificando que cuando el trío saca a relucir su parte más marchosa y eléctrica es cuando da sus mejores prestaciones.

Con la sala  sumida en la más absoluta penumbra fue  Kotzen el encargado de llenar el escenario con la única compañía de su guitarra para una coreadísima versión del "Stand" de Poison, en el que la colaboración de la audiencia en los coros fue fundamental para dar al corte esa ambientación gospel que tenía la versión original contenida en el álbum "Native Tongue" de 1993. Siguiendo con el protagonismo del guitarrista, la siguiente pieza en caer fue una tierna y emotiva "You Can´t Save Me", perteneciente al material en solitario de Kotzen, que fue acompañada con palmas desde el público, para dejar paso posteriormente  a una melódica y contagiosa "Shine" extraída del álbum "Actual Size" de 2001, una composición no muy conocida de la época en la que Richie y Sheehan compartían tablas en  Mr. Big.

Tal y como sucediera durante la primera parte de su actuación,  de cara a este tramo final de show, The Winery Dogs volvieron a apostar por una sucesión de baladas y medios tiempos con lo que el ambiente se relajó notablemente, lo que propició que la audiencia se concentrara en seguir  de cerca todos los detalles técnicos  de la actuación del trío americano. En un entorno más relajado e intimista fue  la guitarra  de Kotzen la encargada de volver a impregnar el ambiente de ese penetrante aroma bluesero, dando paso a la dupla compuesta por el  segundo single de la banda,  el envolvente y melódico "I´m No Angel",  y el intimista "The Dying", que sería el encargado de dejar paso a los teclados, tocados por Kotzen, que protagonizarían  los primeros compases de la elegante "Regret", que a la postre sería la encargada de cerrar la actuación de un trío que abandonó por primera vez el escenario al grito de "Peace & Love".

Ante la insistente demanda de una audiencia totalmente entregada, la banda no se hizo de rogar en exceso a la hora de regresar sobre sobre las tablas para dar el pistoletazo de salida a los bises. Siguiendo con la tónica que había dominado el tramo final de su actuación, la banda apostó por la elegancia contenida en su versión del “Fooled Around And Fell In Love”  del veterano bluesman americano  Elbin Bishop, para posteriormente  acabar rematando la faena embarcándose  en la genialidad “zeppeliana” de “Desire”, toda una bomba de relojería que puso a toda la sala a cantar, marcando un excelente colofón final  para esta primera visita del trío americano.

Aunque resulta evidente que no se puede poner ninguna clase de pega al nivel técnico y de entrega de la formación americana, sí que me pareció que el ritmo de su actuación fue algo lineal, y en algunos momentos monótono, mostrándose excesivamente densos al enlazar muchos medios tiempos y baladas con lo que el show perdió algo de chispa y frescura. En cualquier caso, para ser una primera toma de contacto, el trío formado por Kotzen, Sheehan y  Portnoy, o lo que es lo mismo The Winery Dogs, se mostraron como una banda "real" y solvente, constatando que, si sus agendas lo permiten, tenemos ante nosotros a una gran banda de hard rock que puede darnos muy buenos momentos de cara al futuro más inmediato.



TEXTO:ALFONSO DIAZ

FOTOS:CARLOS OLIVER

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