domingo, 11 de mayo de 2025

RATA BLANCA-RAZZMATAZZ-BCN-4-MAY-2025


Hay artistas que mantienen un idilio especial con nuestros país. Más de tres décadas han pasado desde aquella gira que se llamó “Tiempo De Arco Iris”, en la que una emergente banda argentina llamada Rata Blanca acompañaba a unos renacidos Medina Azahara. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, de hecho de aquella formación solo quedan el vocalista Adrián Barilari y el maestro de las seis cuerdas Walter Giardino. Atrás quedaron el resto de miembros que conformaban la alineación clásica del combo argentino, y también los pantalones de cuero y las elegantes camisas que solían lucir en sus presentaciones. Y es que los músicos que actualmente conforman su line-up salieron a escena ataviados con jeans y camisetas sin mangas negras. En cualquier caso, la personalidad de la banda no parece haberse resentido. Quizás a día de hoy Rata Blanca no tengan la posición que merecerían dentro del negocio discográfico, pero lo que nadie puede negarles es que siguen manteniendo el arraigo y el respeto entre unos seguidores que acostumbran a no fallar en cada una de sus convocatorias. Por supuesto, y como, por otra parte era más que previsible, gran parte de los asistentes fueron paisanos de los protagonistas de la velada, y eso se tradujo en ese ambiente tan pasional, caliente y, porque no decirlo, futbolero que se respira siempre en las presentaciones de los porteños.

El marco escogido para su reencuentro con sus incondicionales en la Ciudad Condal fue la sala grande del Razzmatazz, y a diferencia de lo que sucediera en anteriores visitas el quinteto se presentaba esta noche en solitario. Además, contarían con la mayor producción escénica que por lo menos un servidor ha tenido oportunidad de verles cuando han tocado en recintos cerrados, contando con una gran pantalla trasera en la que se fueron proyectando diferentes imágenes que servirían para ambientar muchos de los temas que sonaron esta noche. Tampoco faltaron los cuatro Marshall´s coronados por sendos cabezales flanqueando la posición de Walter Giardino, quien tuvo que tocar apoyado sobre un taburete alto a causa de unos inoportunos problemas en la rodilla. En cualquier caso, la anómala circunstancia no mermó en absoluto las prestaciones de un “hacha” que se mostró tan virtuoso y potente como recordábamos de anteriores visitas. Y es que el sonido de su guitarra fue el indiscutible protagonista de la velada dotando de magia, potencia, virtuosismo y feeling muchos de los momentos más vibrantes de la velada. El otro gran protagonista del show fue Adrián Barilari quien a sus 65 “castañas” sigue conservando un aspecto jovial y un registro vocal envidiable, por el que parece que no pasa el tiempo.


Muy potentes, rockeros al máximo, y sin perder ese punto metalero que tanto nos gusta a sus seguidores; Rata Blanca se mostraron absolutamente imparables, brindándonos un repertorio muy equilibrado, en el que hubo temas de todas sus épocas, y en el que no faltaron tampoco algunas de sus baladas más emblemáticas y coreadas. Otro detalle que me gustaría destacar, antes de desgranar lo que fue el show del quinteto porteño, fue el público tan heterogéneo que congregaron, aunando gente del rock, del metal, y muchos seguidores de miras más amplias estilísticamente hablando, algo que denota el alcance que a lo largo de su longeva trayectoria han conseguido Rata Blanca.

La entrada al recinto fue lenta y escalonada. De hecho los argentinos se hicieron de rogar más de lo que a muchos nos hubiera gustado, ya que según el horario inicialmente previsto, su salida se acabó demorando casi media hora. En cualquier caso, esos minutos sirvieron para que la audiencia se fuera dejando notar, calentando las gargantas con diferentes cánticos y vítores. Tras apagarse las luces, y empezar a rugir el personal que se agolpaba en las primeras filas, todos sabíamos que la descarga del combo argentino estaba a punto de arrancar. Así que tras unos instantes en los que el local quedó sumido en la más absoluta oscuridad, la gran pantalla trasera se encendió mientras las sirenas se encargaban de anticiparnos el inicio del show con una de las nuevas composiciones de los argentinos: “Hijos De La Tempestad”. La salida del quinteto fue en tromba, con la banda sonando absolutamente brutal, con la guitarra de Giardino rugiendo a un volumen atronador, erigiéndose en todo momento como el motor de la banda. No tardó mucho en hacer acto de presencia Barilari,- luciendo gafas de sol-, para plantarse frente a su pie de micro gesticulando mientras atacaba las primeras estrofas para posteriormente posicionarse junto a la batería mientras el “hacha” nos dejaba una primera muestra de su maestría a la hora de atacar las cuerdas de su desgastada Fender roja.

El recibimiento del público fue apoteósico, hasta el punto que podría decirse que Rata Blanca estaban jugando en casa. Así que habiendo arrancado el show de forma rotunda, poniendo el foco en la más candente actualidad, tocaba mirar al pasado para recuperar el certero riff de “Diario De Una Sombra”, que servía para que toda la sala se pusiera a botar junto a Barilari mientras levantábamos los puños para entonar su estribillo. Pero sin duda el primer gran momento de la noche llegó justo a continuación con el primer y, a la postre, único guiño que se permitieron a lo que fue su debut homónimo de 1988 que grabaron con Saúl Blanch como vocalista, dando buena cuenta del “Rainbowniano”, “Solo Para Amarte”, propiciando que los teclados de Danilo Moschen se dejaran notar con fuerza a la hora de dar la réplica a los fraseos neoclásicos de Giardino. Pese a estar rodeados de muchos compatriotas, Barilari saludó al respetable con un “Bona Nit”, antes de que todos nos animáramos a entonar la melodía que condujo otra de las que se ha acabado convirtiendo en un himno imprescindible que no puede faltar en ninguna de sus descargas “Volviendo A Casa”.

No dejarían de lado el material contenido en “El Camino Del Fuego”, ya que Giardimo volvería a tirar de sus raíces más clásicas para postularse como uno de los alumnos aventajados del Maestro Blackmore durante los desarrollos que sirvieron como preámbulo para esa rotunda e incontestable andanada rockera que lleva por título “La Canción Del Guerrero”, que nos dejaba a un exultante Barilari marcando los cambios de tonalidad con la mano antes de recabar una cerrada ovación de un respetable que a estas alturas parecía ya completamente rendido. Agradecido con la respuesta del entusiasta público, en esta ocasión fue Walter Giardino quien se dirigió a los presentes para realizar un alegato en favor del rock n´roll durante el “speech” que precedió al melódico medio tiempo “La Otra Cara De La Moneda”, que se convirtió en una nueva oportunidad para que todos entonáramos su letra antes de que el virtuoso “hacha” tomara el control para brindarnos otro ejercicio solista preñado de feeling y buen gusto. Una vez más, Rata Blanca volverían a plasmar sus influencias más netamente neoclásicas durante el interludio instrumental que nos brindaron Giardino y Moschen como introducción para la romántica “Talismán”, que nos dejaba la estampa, poco habitual en los conciertos de rock, de alguna pareja bailando agarrada.


Sí, por supuesto, que los temas lentos han sido imprescindibles para comprender el éxito de los argentinos. Eso resulta innegable. Sin embargo, Rata Blanca nunca han perdido la perspectiva y siempre se han mantenido fieles a sus raíces. Así que un tema tan potente y cañero como “Rock Es Rock!”, además de servir para volver a subir el nivel de revoluciones del respetable, sonó como una declaración de intenciones que acabó propiciando que todo el mundo volviera a elevar el puño para sumarse al coro de su hímnico estribillo. Mucho más clásica, -dejando a un lado la pegada de los riffs para volver a centrarse en la ampulosidad de las melodías y las letras de corte fantástico-, sonó “El Círculo De Fuego”, que fue la escogida para realizar una nueva incursión en el material de su obra de 2008: “El Reino Olvidado”, que llegó acompañada de la proyección de la cabeza de “La Rata” rodeada por un círculo en llamas.

Era otro de los momentos que muchos de los presentes estaban esperando. De modo que el recinto se llenó de teléfonos que quisieron capturar el momento en que la banda se embarcó en una de esas composiciones que todos sus seguidores hemos convertido en otro himno imprescindible: el emotivo y sentimental “Mujer Amante”, durante el que Giardino abandonó su banqueta para realizar el solo desde la parte central de escenario, convirtiendo el momento en uno de los más vibrantes y emotivos del show. A continuación, y tras dejar que el público se dejara literalmente las manos tributando a la banda una cerrada ovación, tocaba cambiar radicalmente de registro. Así que Barilari abandonó momentáneamente el escenario para dejar que sus compañeros volvieran a poner al público en movimiento con una fidedigna versión del clásico de Motörhead “Ace Of Spades”, a la que puso voz el bajista John “Chotas” Paul. Tras recordar y venerar la figura del irrepetible y añorado Lemmy Kilmister tocaba encarar la recta final del show, y para ello que mejor que proponernos una nueva mirada a su material noventero, con el que a la postre fue el único recuerdo que se permitieron a lo que fue su tercer largo, brindándonos la oportunidad de volver a disfrutar de la pieza que le daba título: “Guerrero Del Arco Iris”, con banda y público en perfecta sintonía mientras Barilari se encaramaba sobre los bombos de la batería de Alan Fritzler antes de rubricar la descarga de forma clásica, con una poderosa sucesión de redobles a la vez que el vocalista elevaba su pie de micro y la sala se venía abajo para regalar al quinteto una ovación de gala.

Tuvimos que esperar varios minutos, -en los que el público coreó insistentemente el nombre de la banda-, para que los protagonistas de la velada volvieran a tomar posiciones para dar el pistoletazo de salida a los bises con la coreable y macarra “Rock And Roll Hotel”, que llegaba comandada por la pegada de ese riff deudor de Ac Dc, y acompañada de diferentes proyecciones de locales nocturnos para hacernos cantar nuevamente con el puño en alto. El contraste a tanta garra y descaro rockero lo pondría “Aún Estas En Mis Sueños”, en la que Giardino volvía a dejar patente que puede sonar potente y despiadado en piezas como la anterior, o elegante y distinguido a la hora de atacar los desarrollos solistas. Mientras que la despedida definitiva, como no podía ser de otra forma, corrió por cuenta de “La Leyenda Del Hada Y El Mago”, que la gente coreó como si no hubiera mañana, y que se zanjó con una copiosa lluvia de confeti para poner el mejor broche a este reencuentro del combo argentino con su fiel parroquia de incondicionales en la ciudad condal.

Hacía tiempo que Rata Blanca no se dejaban caer por los escenarios de la capital catalana, pero sinceramente creo que la espera ha merecido la pena, ya que esta noche además de deleitarnos con algunos de sus himnos más clásicos y emblemáticos, también tuvimos ocasión de disfrutar de un magnífico espectáculo, tanto a nivel visual como de sonido. Sin embargo, para que la noche hubiera sido redonda me faltaron un par de detalles. El primero, totalmente circunstancial e imprevisible, que Walter Giardino hubiera estado al 100%. Y el segundo, que hubieran tenido algún recuerdo a aquel fantástico EP que publicaron a finales de 1993: “El Libro Oculto”, ya que hubiera sido una pasada haber podido escuchar, por ejemplo, el tema que escribieron en aquella gira que hicieron junto a Medina Azahara a su paso por Barcelona y que titularon “Lejos De Casa”. En cualquier caso, vibrante descarga de unos Rata Blanca que demostraron estar en un excelente estado de forma, y que esperemos no tarden mucho, -aunque parece difícil a tenor de lo que comentó el propio Giardino sobre las tablas en referencia al negocio musical-, en deleitarnos con la edición de un nuevo largo.






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